‘La adaptación debe comenzar’: así pueden cambiar las ciudades por el aumento del nivel del mar
Este fue el tema central en el tercer panel del seminario internacional sobre la Acción por el Clima.
19/3/2020
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Ante los efectos inminentes del cambio climático, los países tienen la responsabilidad de avanzar de manera acelerada en la implementación de estrategias de adaptación y mitigación. Estos retos fueron abordados en el tercer panel del seminario internacional sobre el ODS 13 (Acción por el clima), organizado por el Centro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Universidad de los Andes (CODS) y la Universidad de West Indies, en la ciudad de Kingston, Jamaica.

Los retos que existen por el cambio climático no son menores. A nivel mundial, el nivel del mar aumentó en promedio 20 cm desde 1880 y se proyecta que incrementará entre 30 y 120 cm en 2100, según el IPCC . Justamente las islas y los archipiélagos están en el radar de riesgo por este factor. Según la misma fuente, aproximadamente 27 millones de personas viven en islas del Caribe y están expuestas a los riesgos del cambio climático.  

En la presentación de la profesora Michelle Mycoo, del departamento de Ingeniería de la Universidad de West Indies St. Augustine, quedaron claros algunos datos sobre la necesidad de implementar medidas de adaptación y mitigación. Por un lado, dijo que el 70 % de los activos económicos y el 40 % de la población mundial se concentra en lugares cercanos a las costas y que, según las proyecciones sobre el clima, por huracanes se presentarían pérdidas anuales entre los 350 y 500 millones de dólares. 

En las ciudades del Caribe, agregó la expositora, la  urbanización acelerada ha generado el aumento de puertos y viviendas en zonas costeras de baja elevación, así como construcciones informales. En total, 14 millones de personas viven en zonas costeras del Caribe debajo de tres metros de elevación sobre el nivel del mar y 22 millones por debajo de seis metros. Ante esta realidad, la expositora señaló que es necesario mejorar la infraestructura en áreas urbanas y asentamientos costeros. 

En las ciudades se han implementado diferentes cambios de infraestructura. Mycoo explicó que en algunos casos se han instalado palafitos en las casas que están sobre el nivel del mar, que en otros las viviendas se han trasladado unos kilómetros lejos de las costas o que en algunas ciudades se han construido diques de contención. En menor proporción, las ciudades han optado por trasladar las casas a otros lugares y restaurar los ecosistemas que las rodean. 

En la situación actual, la profesora señala que las estrategias de adaptación deben tener en cuenta la restauración de ecosistemas, la construcción de nueva infraestructura (como diques) y la necesidad de planificación territorial por parte de los Estados, así como la implementación de un sistema de alertas tempranas. La mejor opción, de acuerdo con la expositora, es construir viviendas de nuevo en lugares seguros. Sin embargo, esto requiere voluntad política y nuevos recursos financieros. Esta solución, pese a los costos, generaría beneficios cercanos a los 173.000 millones de dólares en términos de adaptación anualmente. 

Las ciudades compactas que reduzcan las emisiones de carbono también son necesarias para generar un escenario mundial de adaptación. Actualmente, la expansión urbana le quita espacio a la agricultura en las zonas costeras y pone en riesgo ecosistemas importantes como los bosques húmedos y las cuencas hidrográficas. Para lograrlo, las alcaldías de las ciudades costeras deben revisar los planes de desarrollo y las políticas que existen a corto y mediano plazo. De manera paralela, es necesario que las autoridades revisen las normas de construcción y su aplicación teniendo en cuenta los cambios ambientales. 

Un cambio necesario en todas las ciudades costeras 

La profesora Alicia Villamizar, de la Universidad Simón Bolívar de Venezuela, realizó una presentación sobre la necesidad de crear políticas públicas de adaptación en ciudades costeras. En Venezuela, señaló, existen riesgos latentes por el aumento del nivel del mar, pues estos pueden afectar la calidad de vida de millones de personas, quienes, además de necesitar una política actualizada sobre la protección de riesgos, necesitan resolver problemas de seguridad alimentaria y pobreza. Estas políticas públicas de adaptación, por ende, deben ser integrales. 

En su trabajo, la profesora Villamizar ha estudiado el uso que las comunidades les han dado a las las costas y las políticas que inciden en los asentamientos, así como los análisis hídricos y geográficos en lugares que, en 2100, estarán en riesgo de desaparecer por el aumento del nivel del mar. Modelos de elevación digitales, así como imágenes satelitales y cartografía especializada, han sido algunas de las herramientas que ha utilizado. 

¿Qué sucede ahora? Por fenómenos como la erosión, los servicios ecosistémicos en las costas están en riesgo. Que estos ecosistemas dejen de funcionar, por decirlo de alguna manera, afecta la pesca de manera drástica, lo mismo la seguridad alimentaria. Otro problema frecuente en las costas venezolanas, dijo la expositora, es el cultivo de alimentos que no son nativos y que inciden en los cambios negativos de uso del suelo. En la actualidad, la pesca está en niveles bajos y la agricultura en un nivel medio. El marco legal y la gobernanza, añadió, están “ausentes”.

En total, 14 millones de personas viven en zonas costeras del Caribe debajo de tres metros de elevación sobre el nivel del mar

En Sauca, donde Villamizar ha realizado su investigación, es necesario que el gobierno tenga en cuenta los impactos que puede traer el cambio climático en las comunidades costeras, así como la necesidad de financiar proyectos de investigación y de empoderar a las comunidades frente a los efectos que puede traer el incremento del nivel del mar. Estas acciones, aclaró, son urgentes, pues actualmente está en riesgo la seguridad alimentaria en la región. 

Adaptación al cambio climático 

Este tema fue introducido por Anton Eitzinger, especialista en cambio climático en el CIAT (Centro Internacional de Agricultura Tropical), una entidad que trabaja en mediciones para el cambio climático y en evidencias sobre futuros proyectos agrícolas. De acuerdo con el expositor, las sequías y las inundaciones están generando cambios importantes en los ecosistemas, en la agricultura y en la vida diaria de las personas. 

Un ejemplo de ello son los problemas en la producción de frijoles por los problemas en exposición a la luz y sensibilidad que se han intensificado con el cambio climático. En este caso, Eitzinger señaló que las soluciones tienen que pensarse teniendo en cuenta los servicios climáticos y , según los datos que arrojen, utilizar nuevos territorios aptos para mejorar la producción. 

Para trabajar en estas áreas, el profesor propuso el concepto de agricultura con base en criterios inteligentes del clima. Se necesita, dijo, priorizar las intervenciones a nivel local, que comprenden aproximaciones de género, de inclusión social en general y medidas concretas de adaptación. Propuso, entonces, integrar tres componentes: seguridad alimentaria, adaptación y mitigación. Desde el CIAT han implementado talleres de trabajo con los agricultores, donde se discuten las cadenas de valor, la caracterización de los cultivos, los programas de género y los proyectos a futuro. 

Finalmente, Eitzinger presentó la aplicación Geofarmer APP, la cual desarrollaron con el fin de compartir información crucial para los agricultores. Esta app combina datos sobre los cultivos así como sobre las cadenas de valor. Ha servido, además, como un espacio virtual para crear una comunidad de agricultores en donde, en palabras del expositor, se ha democratizado el conocimiento. Geofarmer, además, ya cuenta con servicios para formular proyectos y conectar a los agricultores con los técnicos que trabajan en el sector rural.

En este panel también participó el profesor Gordon Wilmsmeier — geógrafo, doctor en transporte marítimo y profesor de la Universidad de los Andes—, quien presentó el proyecto de botes alimentados con energía eléctrica en Santa Bárbara de Iscuandé, un municipio en el pacífico colombiano donde el 74 % de la población vive con las necesidades básicas insatisfechas.

Ante diferentes expertos, Wilmsmeier  mostró el proyecto Innopiangua – sobre  cadenas de valor en la pesca sostenible —del cual hacen parte la Universidad de los Andes, HTW Berlín, el Consejo Comunitario Esfuerzo Pescador de Iscuandé, la Fundación Calidris, WWF, Torqeedo GmbH, iNNpulsa y el BMBF de Alemania —. Este proyecto, en la busca de cadenas de valor más sostenibles, ha intentado cambiar el modelo de motores a gasolina por unos eléctricos, también fuera de borda. 

Wilmsmeier, además, hizo énfasis en el concepto de adaptación profunda al cambio climático a través de nuevas soluciones en el sector marítimo. Este es un tema indispensable, pues el valor de los activos en las grandes ciudades expuestas al cambio climático fue calculado en tres trillones de dólares en 2005 y este valor aumentará en 35 trillones de dólares en 2070.

La adaptación temprana generaría beneficios cercanos a los 173.000 millones de dólares 

A manera de ejemplo está la ciudad de Florida: según el investigador, en 2050, infraestructura avaluada en cerca de 23.000 millones de dólares podría estar bajo el agua. De hecho, en Estados Unidos, 300.000 viviendas, 550.000 personas, 14.000 propiedades comerciales están en riesgo de ser afectadas por eventos climáticos en las próximas décadas. Adicionalmente, el 64 % de los puertos fluviales tienen riesgo de inundarse en las próximas tres décadas. Este porcentaje ascendería a 80 % entre 2030 y 2080. 

En los próximos años, el escenario será, por lo menos, retador. El cambio de locaciones, así como la necesidad de adaptar ciudades completas, exige otros cambios en los modos de vida, pensando incluso en la agricultura o en los sistemas de transporte. Los panelistas coincidieron en que los Estados, así como la ciudadanía y el sector privado, necesitan acercarse a la evidencia científica para tomar acciones de adaptación y mitigación. De lo contrario, el tercer componente, el de resiliencia, difícilmente aparecerá en el futuro. 

 

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