Para el año 2050, en América Latina y el Caribe cerca de 150 millones de personas podrían sufrir problemas para abastecerse de agua. Adicionalmente, se prevé que para ese año, incluso considerando un descenso en las tasas de deforestación, las emisiones regionales alcancen casi 5.3 gigatoneladas de CO₂ (15% sobre promedio más reciente). Así lo revela el nuevo libro “La tragedia ambiental de América Latina y el Caribe”, elaborado por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).
Según el documento —en el cual participaron 21 expertos latinoamericanos, entre ellos Manuel Rodríguez Becerra, miembro fundador del Centro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible para América Latina y el Caribe (CODS)— en América Latina y el Caribe los problemas ambientales se han venido consolidando en los últimos años: más del 40% de los bosques ya habían sido completamente deforestados o se encontraban muy degradados para 2010. De acuerdo con el informe, los recursos naturales del planeta están enfrentando una presión sin precedentes. “Más del 75% de la superficie terrestre ya se encontraría degradada y la cifra podría elevarse por encima del 90% hacia 2050”.
También llama la atención sobre el crecimiento acelerado en la tasa de extinción de especies. “Aproximadamente el 25% de las especies en la mayoría de los grupos de animales y plantas estudiados ya están en riesgo de extinción”, señalan los expertos. El documento explica que la degradación de los suelos y el cambio climático podrían provocar una reducción del rendimiento mundial de los cultivos de aproximadamente un 10% de aquí a 2050, poniendo en riesgo la seguridad alimentaria del planeta.
Los expertos exponen, además, que en la región de América Latina y el Caribe “el 71% de la deforestación entre 1990 a 2005 se atribuyó al aumento de los pastizales, el 14% al incremento de los cultivos comerciales y menos del 2% surgió como consecuencia de la infraestructura y el desarrollo urbano”. En cuanto a Colombia, el documento precisa que alrededor del 60% de la deforestación se atribuye al crecimiento de pastizales.
Causas de la tragedia ambiental
Según los autores, con la adopción de un modelo económico basado en el libre comercio y la apertura de las economías regionales, América Latina y el Caribe se consolidó como una región poco industrializada que se encarga de proveer materias primas para cadenas de valor globalizadas en las que el proceso productivo tiene lugar en países industrializados. De acuerdo con la Agencia de Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo (UNCTAD), en 2019 las exportaciones de materias primas América Latina constituyeron el 60% de sus ventas al exterior.
Y según el libro, “más del 70% de las importaciones de China procedentes de América Latina corresponden a recursos naturales”. Adicionalmente, señalan los autores, los patrones de consumo relacionados con el uso de insumos de patrimonio natural han contribuido a exceder varios de los límites ecológicos planetarios. “La comunidad científica prevé una gran extinción biológica, importantes desastres naturales y una acumulación de gases de efecto invernadero que hará de este mundo un lugar inhabitable”.
El informe invita a la comunidad internacional a reconocer que la realidad del modelo actual de desarrollo de América Latina y el Caribe es insostenible. El informe explica que el modelo en cuestión, el deterioro y perdida de diversos ecosistemas, y el fenómeno del cambio climático, inevitablemente agudizan cada vez más la tragedia ambiental.
¿Cómo detener las crisis?
El documento propone diversas medidas que se pueden implementar en la región para la superar la tragedia ambiental a la que se enfrenta. A continuación destacaremos algunas de ellas.
El documento explica que “los países de América Latina y el Caribe han tratado durante 200 años de integrarse o, por lo menos, de mantener posiciones colectivas alrededor de conceptos centrales que, como el de desarrollo, fueron propuestos por las principales corrientes del pensamiento europeo y estadounidense”. Según los autores, el fracaso de la implementación de estos modelos tiene que ver con la persistencia de la pobreza extrema, el deterioro del ambiente natural, el aumento de la desigualdad, la falta de acceso a servicios básicos y la enorme magnitud del deterioro social, entre muchas otras características particulares de la región.
En este contexto, los autores proponen como primera medida buscar nuevos modelos de desarrollo propios de la región para alcanzar mejores condiciones de vida bajo una mirada preponderante de la dimensión ambiental. No obstante, el documento argumenta que para que esta transformación ocurra, es necesario realizar un profundo cambio estructural y cultural. Por otro lado, los expertos señalan que es necesario revisar el modelo agrícola, pues el actual está amenazando a los ecosistemas y en un futuro podría comprometer la alimentación de los habitantes de la región.
En este contexto, el documento propone la adopción de nuevos patrones de producción y consumo sostenibles. Los autores argumentan que bajo estos patrones “se podría alimentar a 10.200 millones de personas sin transgredir los límites planetarios”. Para lograr esta transformación se necesita cumplir con cuatro requisitos fundamentales: i) una redistribución espacial de las tierras de cultivo, ii) una gestión mejorada del agua y los nutrientes iii) la reducción del desperdicio de alimentos y, iv) la introducción de cambios en la dieta.
Como tercera medida, el libro invita a la sociedad a prestar especial atención a los procesos de las comunidades indígenas y los pueblos campesinos. Según los autores, el reconocimiento de los derechos de los pueblos indígenas ha dado lugar a formas novedosas de organización y participación. De hecho, en la región de América Latina y el Caribe la población indígena supera los 45 millones de personas. En Colombia, el 3.4% de la población pertenece a 102 pueblos indígenas distintos. Para los expertos, estas poblaciones que históricamente marginadas, pueden aportar con modelos que respeten la naturaleza. Ejemplo de ello es lo que el libro cataloga como “buen vivir”.
Para terminar, el libro propone enfrentar el cambio climático teniendo en cuenta las implicaciones del modelo económico actual y la presión que este ejerce sobre los ecosistemas. Es posible, agregan los autores, potenciar “acuerdos de planificación y gestión ambiental conjunta de ecosistemas y espacios compartidos por distintos países de la región”. Un ejemplo de ello es la gestión de las selvas tropicales de México y Centroamérica, de los ecosistemas marinos compartidos del Caribe, del golfo de Fonseca, del Tapón del Darién, de la Orinoquia, y de la cuenca del río Amazonas, entre muchos otros.