América Latina y el Caribe es una de las regiones más golpeadas por el covid-19 en el planeta. Con más de 310.000 muertos a corte de septiembre de 2020, los gobiernos de la región han implementado varias estrategias para evitar un colapso en los sistemas de salud.
Sin embargo, temas trascendentales como la crisis ambiental y el cuidado de los ecosistemas parecen haber quedado en un segundo plano. Así lo demuestran dos evaluaciones internacionales: el Índice ODS y las Metas Aichi.
Este año, el Centro ODS para América Latina y el Caribe de la Universidad de los Andes (CODS) publicó el Índice ODS 2019, en el que se mide el desempeño de 24 países de la región en relación con el cumplimiento de la Agenda 2030.
Si bien demuestra que la región ha avanzado en las metas relacionadas con progreso social, preocupa un rezago generalizado en diferentes Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) para cumplir la Agenda.
Uno de ellos es el ODS número 15, sobre la vida de ecosistemas terrestres. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), entre 1990 y 2015 América Latina perdió 96 millones de hectáreas de bosque de cerca de 927 millones de hectáreas de bosques y selvas que existen en la región, las cuales corresponden al 23 por ciento de la cobertura boscosa mundial.
Colombia, como otros países de la región, tampoco registra buenos indicadores. Como lo reveló El Tiempo, entre enero y marzo de 2020 se deforestaron alrededor de 64.000 hectáreas de bosque en la región amazónica, un 83 por ciento más que el mismo periodo del año pasado, cuando se reportaron cerca de 35.000 hectáreas deforestadas.
Cuando se analiza el estado de la biodiversidad en los países de América Latina, es evidente que se necesita más trabajo de los gobiernos. Por ejemplo, Chile, que lidera el ranquin de países en la región con mayor cumplimiento de la Agenda 2030, presenta dificultades en la consecución de las metas del ODS sobre protección de ecosistemas terrestres.
El área promedio protegida en sitios importantes para la biodiversidad es de 35,7 por ciento, y en la lista Red Index tiene un puntaje de 0,75 (en el que 0 significa que menos especies están en riesgo de extinción y 1 que más). Colombia tampoco está en una situación alentadora: el área promedio protegida en sitios terrestres importantes para la biodiversidad es del 37,9 por ciento, y un puntaje de 0,73 en la lista Red Index.
¿Y las metas Aichi?
Colombia, así como otros países de América Latina y el Caribe, tuvo serias dificultades para cumplir con las 20 metas Aichi, formuladas por la ONU en 2011 y que están agrupadas en cinco objetivos estratégicos que debieron cumplirse en 2020: mitigar las causas de la pérdida de la biodiversidad, reducir sus presiones y promover el uso sostenible de recursos naturales, mejorar la situación de la biodiversidad a través del cuidado de sus ecosistemas, optimizar los beneficios que la naturaleza nos brinda y aumentar el conocimiento que general sobre esa área.
Durante los 10 años que han transcurrido desde la adopción de las metas Aichi, señala la ONU, los gobiernos y la sociedad han tomado medidas importantes pese a que faltan muchos cambios a nivel mundial. Según el documento, “ha habido una importante expansión de la superficie de áreas protegidas, que aumentó en el período 2000-2020 de alrededor de un 10 por ciento a por lo menos el 15 por ciento en las zonas terrestres y de alrededor de un 3 por ciento a por lo menos el 7 por ciento en las zonas marinas”.
Este mismo informe señala que los 196 países firmantes informaron que “más de un tercio de todas las metas nacionales están en camino de ser alcanzadas (34 por ciento) o incluso de ser superadas (3 por ciento). Para la otra mitad de las metas nacionales (51 por ciento), se están realizando avances, pero no a un ritmo adecuado. El 11 por ciento de las metas nacionales no muestran avances suficientes, y el 1 por ciento de ellas no han avanzado en la dirección correcta”.
El informe también señala algunas proyecciones para 2050 en el planeta que pueden generar impactos negativos. Se prevé, por ejemplo, un aumento de aproximadamente 200 millones de hectáreas en las superficies de tierras de cultivo; en África y Asia Meridional, hasta 5.000 millones de personas harán frente a niveles más altos de agua y una polinización insuficiente para la nutrición; la pérdida de servicios de los ecosistemas resultante de tales escenarios representaría un costo casi 10 billones de dólares para la economía mundial.
Para prevenir crisis ambientales es necesario conservar eficazmente el 40 por ciento de las zonas terrestres, así como restaurar casi 100 millones de tierras degradadas.
Para la profesora Sandra Vilardy, directora de la iniciativa Parques Cómo Vamos, el quinto informe ‘Perspectiva mundial sobre la diversidad biológica’ confirma “la incapacidad que tenemos como humanidad para entender el papel de la biodiversidad. Lo que demuestra el informe, entre otros hechos, es que las naciones no están haciendo lo suficiente para protegerla”.
En América Latina y el Caribe, señala Vilardy, el 89 por ciento de las especies han sufrido una reducción. “Somos la región del mundo con el peor deterioro del planeta, y esto tiene que ver con una destrucción sin precedentes de la naturaleza y la biodiversidad. El cambio en los usos del suelo para el desarrollo y los cambios de los territorios a costa de la biodiversidad han afectado la región”.
Colombia no tiene una evaluación oficial sobre el cumplimiento de las metas Aichi, lo cual genera dificultades de seguimiento. El Centro ODS consultó al Ministerio de Ambiente sobre el tema, pero al cierre de esta edición no había obtenido respuesta. No obstante, existen algunas evaluaciones parciales sobre el cumplimiento de las metas.
El Instituto Humboldt, por ejemplo, señaló que el país tiene casi el 17 por ciento de su territorio cubierto por áreas protegidas, pero cerrará el 2020 sin haber cumplido la meta Aichi 11 en materia de ecosistemas representados y conectados. En otras palabras, el porcentaje de áreas protegidas es importante, pero no se ha garantizado la conectividad ecológica para preservar la salud de los ecosistemas.
Estudios del Instituto Humboldt demuestran que la conectividad de las áreas protegidas en el territorio nacional es de solo 5,4 por ciento, que al incluir la variable de huella humana desciende a 4,2 por ciento. Según el Instituto, “la conectividad a través de las áreas protegidas garantiza los flujos ecológicos, la conservación de la biodiversidad y la provisión de servicios ecosistémicos”.
Germán Andrade, profesor de la Universidad de los Andes, afirma que es clave revisar el incumplimiento de las metas Aichi. “La meta 2, por ejemplo, señala lo siguiente: ‘Integrar los valores de la diversidad biológica en las estrategias nacionales y locales de desarrollo y reducción de la pobreza y en los procesos de planificación’. Y la 7: ‘Las áreas de agricultura, silvicultura y acuicultura se gestionarán de una manera sostenible, garantizando la conservación de la biodiversidad’. Cuando vamos a mirar en detalle, no encontramos mayores avances. Lo que sucede es que muchas veces, los gobiernos hacen un saludo a la bandera pero no cambios integrales que lleven al cumplimiento de estas metas basadas en la ciencia”.