La escena se repite en diferentes ciudades del país: los carros y las motos se mueven por las calles, en la mañana se escucha el ruido de las industrias, los parqueaderos de los supermercados están llenos, los centros comerciales abren sus puertas desde temprano y cada día se ven más personas en los vehículos de transporte público. En esta ‘nueva realidad’, no son pocas las personas que se hacen las siguientes preguntas: ¿empeorará la calidad del aire? ¿volverá a aparecer la alerta naranja en los titulares de los noticieros?
Cuando comenzaron a implementarse las medidas de aislamiento social por la pandemia del Covid-19, en ciudades como Bogotá y Medellín se extendía una preocupación generalizada por la mala calidad del aire. En las primeras dos semanas de marzo, por ejemplo, la Alcaldía de Bogotá decretó alerta amarilla por los niveles de contaminación por material particulado. Por otro lado, en el Área Metropolitana del Valle de Aburrá se presentó un álgido debate por elevados niveles de material particulado pese a la cuarentena obligatoria por la que estaba pasando la población.
Teniendo en cuenta que el tráfico vehícular había disminuido sustancialmente, así como la actividad industrial, el alcalde de Medellín, Daniel Quintero, pidió una investigación para determinar por qué la calidad del aire seguía siendo mala. Una de las razones de las que hablaron algunos expertos en ese entonces fue la siguiente: los incendios forestales en diferentes zonas del país están generando contaminación. Redaire, una red conformada por 12 universidades y siete entidades ambientales, demostró que durante los primeros 86 días de 2020 las quemas de biomasa dejaron 185.673 toneladas de material particulado PM2.5 en la atmósfera del país.
En Bogotá, la explicación que entregó la Secretaría de Ambiente también incluía los incendios forestales y la temporada seca por la que pasamos el primer trimestre. Según la entidad, el material particulado generado por quemas e incendios forestales en Venezuela y los Llanos Orientales fue arrastrado hacia la Cordillera Central, incidiendo en el deterioro de la calidad del aire en varias de las ciudades del país. Este fenómeno, como explicaron, es usual en temporadas secas y en meses del año como marzo o abril.
No obstante, poco a poco se fueron planteando preguntas que confundieron a la ciudadanía: ¿los vehículos sí influyen en la contaminación? ¿por qué pese a la cuarentena los niveles se mantuvieron altos? ¿cuál es el rol de los incendios forestales y cada cuánto se presentan? ¿se va a presentar un aumento de la contaminación y esto puede incidir negativamente en la severidad del covid-19?
Para responder a estas preguntas, el Centro ODS para América Latina y el Caribe de la Universidad de los Andes (CODS) consultó a una serie de expertos y, a través de su proyecto CODSpace sobre sistemas de información geográfica, buscó información relevante para evaluar los elementos que inciden en la calidad del aire en ciudades como Medellín y Bogotá.
Incendios forestales, vehículos e industrias: los tres contaminan
El profesor Jorge Bonilla, director del grupo de economía ambiental REES-EfD Colombia de la Universidad de los Andes, lo explica de la siguiente manera: “Pensemos en este ejemplo: suponga que tenemos dos llaves de agua abiertas, una representa las emisiones de material particulado de las industrias y los vehículos, y otra las emisiones las de los incendios forestales. Ante los incendios no se puede hacer mucho en el corto plazo, sobre todo cuando los incendios ocurren fuera de la jurisdicción de Bogotá.
Por eso las autoridades locales tratan de controlar las emisiones de los vehículos con restricciones de circulación. Esto equivaldría a cerrar un poco una de las llaves, pero si el flujo de la otra llave es muy grande y creciente, es difícil percibir la diferencia. Lo cierto es que si no se cerrase un poco la otra llave, los niveles de contaminación seguramente llegarían a ser más altos”.
Esto fue, a grandes rasgos, lo que sucedió en marzo, cuando comenzó la cuarentena obligatoria y los incendios forestales activos se mantuvieron durante las primeras semanas. En abril, cuando estaba vigente la cuarentena, cesaron algunos incendios y la calidad del aire mejoró notablemente. Hubo, en las capitales de Suramérica, reducciones en gases contaminantes como dióxido de nitrógeno – NO2 y Ozono – O3, y material particulado PM10 y PM2.5.
De acuerdo con un informe del Sistema de Alerta Temprana de Medellín y el Valle de Aburrá (SIATA) sobre la calidad del aire en el transcurso de 2020 en el Valle de Aburrá, “tanto en la zona norte de Colombia como en la zona norte/noreste de Colombia y Venezuela los valores máximos del número de probables incendios de cobertura vegetal ocurrieron durante la segunda y la tercera semana de marzo, evidenciando picos mayores a lo ocurrido desde 2016, inclusive.
El comentario anterior no es menor, puesto que a pesar de que las concentraciones de PM2.5 durante marzo de 2020 son menores a las reportadas durante 2016; el número de incendios es mucho mayor al ocurrido durante dicha temporada lo cual enfatiza, de manera indirecta, la importancia tanto del aporte vehicular e industrial en la región como de factores externos”.
Karen Ballesteros, ingeniera e investigadora doctoral en la Universidad de los Andes, explicó recientemente en un encuentro virtual organizado por el Centro ODS que está comprobado que las quemas abiertas de biomasa aumentan el material particulado en determinadas ciudades. Ballesteros, en trabajo conjunto con Ricardo Morales, PhD en Ciencias y profesor de los Andes, realizaron un ejercicio de simulación con un modelo de transporte químico regional y una grilla de simulación con resoluciones de 27 X 27 km, 9 X 9 km y 3 X 3 km.
Con una simulación comparativa entre febrero de 2010 y febrero de 2018, Ballesteros encontró que, en temporada seca, la contribución de los incendios forestales del norte de sur América a ciudades colombianas es de 4 microgramos por metro cúbico de PM2.5, llegando a presentar incrementos promedio de hasta 50 microgramos por metro cúbico de PM2.5 en las zonas cercanas a los incendios. Algo similar sucedió con los niveles de ozono con 5 partes por billón en zonas urbanas y promedios superiores a los 70 partes por billón cerca a los incendios.
En experimentos realizados durante el periodo de cuarentena, la investigadora encontró que los incrementos de contaminantes en ciudades como Medellín y Bogotá fueron influenciados por eventos de quema de biomasa en la región, especialmente emisiones de incendios en el norte del país que viajaron por el Valle del Magdalena hacia estas ciudades.
Un aumento de 50 microgramos por metro cúbico de PM2.5 es preocupante. De acuerdo con la Resolución 2254 de 2017 del Ministerio de Ambiente, los límites para material particulado PM2.5 es de 25 microgramos por metro cúbico anual. Solamente durante la temporada seca, Ballesteros encontró que, en promedio, los incendios forestales aportan cerca del 15% de material particulado y 20% de ozono. La contaminación en las ciudades por fuentes locales sumada a las concentraciones de PM2.5 de los incendios pueden generar un incremento del 80% en la contaminación.
Según el informe del estado de la calidad del aire en Colombia, publicado por la ANDI en 2018, el 38% de las emisiones de PM2.5 provienen de los incendios de bosques, el 22% a la contaminación residencial, el 10 % a las industrias manufactureras y de la construcción, el 10% a la agricultura y la silvicultura y otros usos de la tierra; el 7% a la a agricultura y piscifactorías y pesca y el 5 % al transporte. No obstante, para las emisiones totales de monóxido de carbono, el transporte ocupa el segundo lugar de emisiones después de los incendios de bosque y pradera.
Durante la cuarentena, la Secretaría de Ambiente de Bogotá estimó una reducción cercana al 80% de la contaminación del aire. No obstante, como explica el profesor Jorge Bonilla, “cuando llegó la cuarentena, un porcentaje importante de vehículos dejaron de circular y una gran cantidad de industrias redujeron su operación. Sin embargo, los incendios forestales continuaron. Cuando cesan los incendios se presenta una caída importante en los niveles de contaminación. Por ello es necesario analizar todos los factores que afectan la contaminación, desde un punto de vista más integral que involucre todas las posibles causas de la contaminación”.
Es importante tener en cuenta los incendios, señala Bonilla, pues “estos son recurrentes durante la temporada seca y desafortunadamente van a seguir ocurriendo en estos períodos. Probablemente cada vez serán peores por el cambio climático y el fenómeno de El Niño. Lo preocupante es que como autoridad local, Bogotá no puede hacer prácticamente nada contra los incendios que ocurren en la Orinoquía y Amazonía o en países aledaños. Esto implica una coordinación nacional y un acuerdo internacional para involucrar a otros países en la lucha contra los incendios”.
Covid-19 y contaminación
De acuerdo con Luis Belalcázar, PhD en Ingeniería Ambiental y profesor e investigador de la Universidad Nacional, después de analizar la concentración promedio de PM2.5 en 15
ciudades de América Latina encontró que todas, incluidas Bogotá, Medellín, Lima, Buenos Aires y Santiago, exceden la concentración promedio recomendada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) que es de 10 microgramos por metro cúbico. Bogotá y Medellín aparecen en la lista con concentraciones entre los 15 y 20 microgramos por metro cúbico anual.
El problema para la salud es evidente. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), en promedio 12,6 millones de personas mueren anualmente por enfermedades asociadas a la mala calidad del aire en el mundo. De ese total, el 23% es atribuible a la contaminación del aire. Y en Colombia, según el Departamento Nacional de Planeación (DNP), cada año se registran cerca de 8.000 muertes por enfermedades asociadas a la baja calidad del aire. Los costos para el sistema de salud ascienden a 12.3 billones de pesos, de acuerdo con la misma fuente.
Una pregunta aún por responder es la relación entre Covid-19 y el aumento de la contaminación y la exposición de las personas a la misma. Sobre este tema, el profesor Jorge Bonilla señala que “algunas personas experimentan afecciones respiratorias por la exposición a largo plazo de la contaminación. También sabemos que la gravedad del Covid-19 es mayor en las personas que presentan enfermedades cardiovasculares y respiratorias”.
Otro punto a investigar es el siguiente: “La OMS no ha confirmado que un canal significativo de transmisión sea el material particulado por la contaminación del aire. Pero si eI virus se pudiese alojar en el material particulado, estas partículas le servirían como medio de transporte para ingresar en el cuerpo humano. Sin embargo no hay a la fecha estudios suficientes que respalden que esto ocurra. Allí se requiere más investigación”. Frente a los escenarios de contaminación en los últimos meses de 2020 que se aproximan, Bonilla concluyó lo siguiente:
“Si la economía se recuperara, en los próximos meses sería probable que alcancemos niveles de contaminación similares a los experimentados hace un año en el mismo periodo. Dado que los niveles más altos de contaminantes usualmente se presentan entre marzo y abril, no creo que tengamos una alerta ambiental en octubre o noviembre. Pero aún si los niveles promedio de contaminación de la ciudad no ameritan lanzar alerta, no se debe desconocer que las poblaciones más expuestas a la contaminación y con mayor incidencia al Covid -19 se encuentran en el suroccidente de Bogotá”.
Para Germán I. Andrade, biólogo de la U. de los Andes, magíster en estudios ambientales de la U. de Yale e investigador del Centro ODS, el problema de la contaminación por incendios forestales es a gran escala: “Lo hemos visto en la selva amazónica, en las quemas anuales en la Sabana y en otros ecosistemas de Suramérica. Está comprobado que las partículas de ese polvo llegan a las ciudades; en el caso reciente de Bogotá, por quemas en el oriente del país y en Venezuela. ¿Esto que nos está mostrando? Que la salud humana y la de los ecosistemas están unidas. Los gobernantes deben pensar en una salud que una el medio ambiente con el ser humano”.