¿Qué pasará con la agricultura y los océanos si se acentúa el calentamiento global?
Las profesoras Ximena Rueda y Sandra Vilardy explicaron las medidas que debemos tomar en el planeta para proteger los mares y la tierra.
18/2/2020
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Zhigoneshi. Esta palabra significa, para la comunidad indígena Kogui, ‘pensar en colectivo’, ayudarnos como seres humanos. La profesora Sandra Vilardy, conferencista en la quinta edición de la cátedra abierta Nuestro Futuro, terminó su presentación sobre el futuro de los océanos con esta palabra. Para ella, la posibilidad de adaptarnos al cambio climático y mitigar sus efectos dependerá de la conciencia que como seres humanos tomemos sobre los ecosistemas que habitamos. 

En compañía de Vilardy estuvo la profesora Ximena Rueda, quien expuso los retos de la agricultura frente al cambio global. En presentaciones separadas, Vilardy y Rueda explicaron detalladamente dos temas que hacen referencia a los ODS 14 y 15: vida submarina y vida de los ecosistemas terrestres, respectivamente. Como lo explicó en su comienzo el rector, Alejandro Gaviria, estos ODS son esenciales para cumplir con otros que se refieren al mejoramiento de la calidad de vida humana. Descuidando la biósfera, difícilmente se alcanzarán objetivos sobre salud, reducción de pobreza o crecimiento económico.

Agricultura y cambio global 

La exposición de la profesora Ximena Rueda comenzó con un énfasis en la variabilidad climática en el planeta. En los últimos 12 mil años hemos sostenido una estabilidad climática que ha permitido, por ejemplo, el desarrollo agrícola, que fue la primera conquista de la humanidad. Sin embargo, esa estabilidad está en peligro por el calentamiento global. Si la temperatura sigue en aumento y se llegan a 2 grados centígrados adicionales en los próximos años, los ecosistemas sufrirían alteraciones irreversibles. “Podríamos llegar a unas condiciones totalmente desconocidas”, decía la profesora Rueda sobre esa línea exponencial del calentamiento global. 

¿Por qué es grave que resulte afectada la agricultura? Para empezar, dijo Rueda, esta actividad ha sido el motor del crecimiento económico en el mundo. La profesora tomó como ejemplo el caso de Colombia: en 1872, la producción del café era prácticamente insignificante. Comenzó a cultivarse en Santander y Cundinamarca y, con la colonización antioqueña, empezó a popularizarse en otras regiones del país. En 1932 Colombia ya era el segundo productor mundial de café. 

Con el café, departamentos como Antioquia y Valle del Cauca comenzaron a industrializarse. Con los ahorros de familias cafeteras se crearon demandas de bienes y servicios y la industria siguió creciendo hasta los años setenta. Para llegar a un estado de industrialización, agregaba la profesora, son necesarias las reformas agrarias y la distribución equitativa de la tierra. Sin esas dos condiciones, difícilmente un país se puede desarrollar .

Ya en una escala global, Rueda mostró un mapa explicando que, actualmente, seis países proporcionan el 30 % de los alimentos que circulan el mercado global. En la lista de países están: China, Estados Unidos, India, Brasil, Rusia y Ucrania. En general son países con grandes extensiones de tierra y un grado alto de tecnificación. El problema, como dijo Rueda, es que si se presenta una crisis en alguno de estos países, las repercusiones serán globales.

En estos países, durante los últimos 20 años, los cultivos de productos básicos como el arroz y trigo no han crecido, mientras que los de aceite de palma y soja, por ejemplo, han aumentado exponencialmente. En el caso del aceite de palma, la profesora explicó que se están cometiendo varios errores. Muchos de estos cultivos son para la producción de biodiésel por incentivos de los gobiernos. Sin embargo, por estos incentivos se han destruido miles de bosques, principalmente en países como Indonesia y Borneo, liberando grandes cantidades de carbono en la atmósfera. 

Otros datos interesantes de su conferencia fueron los siguientes: cuatro compañías controlan entre el 75 y 90 % del mercado global de granos, 10 compañías son responsables de cerca del 40 % del mercado global de ventas de retail; cinco empresas comparten el 68 % del mercado global agroquímico y tres empresas controlan el 50% del mercado de las semillas. Para generar cambios, señalaba la profesora, es necesario hablar con esas 100 compañías más grandes que controlan el mercado de la agricultura contemporánea y que podrían transformar la cadena de valor. 

¿Cómo adaptar la agricultura al cambio climático? En la última parte de su conferencia, Rueda dijo que existen por lo menos tres retos inmediatos. Primero, el agua no está siendo utilizada de manera eficiente. El 70 % del agua mundial se utiliza en agricultura, la del consumo humano no alcanza siquiera el 8 %. El subsidio al agua por parte de diferentes gobiernos ha generado una suerte de derroche que tiene un costo ambiental muy alto de una sustancia que es finita. 

En este mismo sentido, el uso de fertilizantes está desbordado en países como Brasil, China e incluso Colombia, lo que genera contaminación que llega a los ríos afecta la diversidad genética de los ecosistemas y termina afectando a las zonas costeras. En segundo lugar, dijo Rueda, los gobiernos deben invertir en investigación sobre diversidad genética agrícola. En Estados Unidos, por ejemplo, el presupuesto para investigación agrícola se ha sostenido desde 1970, mientras que en las empresas privadas sí han aumentado sus inversiones; algo similar como lo que sucedió con las farmacéuticas. 

En tercer lugar, debe existir un pacto para sacar a las personas que viven en condiciones de pobreza y trabajan en agricultura. Existen 2.1 billones de personas pobres y 767 millones viviendo en pobreza extrema. El 95 % de la población  rural en condiciones de pobreza vive en el sudeste asiático y en África subsahariana. 

El mundo necesita, también, ejemplos de resiliencia. En Brasil, por ejemplo, implementaron políticas exitosas en 2006: el gobierno de entonces hizo un catastro rural e implementó políticas rigurosas para frenar la deforestación. Además, las empresas de soja comenzaron a sacar de su cadena de valor a quienes estuvieran deforestando. Fue, dijo Rueda, una unión de una política pública y privada interesante. 

El futuro de los océanos 

La segunda parte de la cátedra estuvo a cargo de Sandra Vilardy, quien es bióloga marina, doctora en Ecología y profesora de la Universidad de los Andes. Ella habló sobre la situación de los océanos de cara al calentamiento global. Los océanos, comenzó explicando, cubren el 71 % de la superficie del planeta. 

La vida como la conocemos, dijo, comenzó en los océanos. En el mar existen entre 500.000 y 10 millones de especies marinas.  Los océanos han sido utilizados por los seres humanos para alimentación, extracción de materiales y uso del espacio (desde turismo y la migración hasta actividades militares) .Vilardy hizo énfasis en estas tres formas de uso. 

Desde 1960, las tasas de consumo de pescado incrementaron el doble de la tasa de crecimiento de la población. En 2017, la producción mundial de pescado alcanzó un máximo histórico de 173 millones de toneladas y actualmente la pesca industrial cubre una extensión cuatro veces mayor a la de la agricultura. 

Desde 1970, la acuicultura ha crecido en una tasa del 8 % anual, superando la tasa de crecimiento de cualquier otro sistema de producción de alimentos.  En este apartado vale la pena señalar que el 12 % de la pesca se utiliza para alimento en la acuicultura y la ganadería y para comida de mascotas.

Frente a los materiales, tenemos que la industria de petróleo y gas ha tomado una presencia importante en los océanos. Casi el 70 % de los principales descubrimientos de yacimientos de hidrocarburos entre 2000 y 2010 se dieron en alta mar y se han ido moviendo a aguas más profundas.  De hecho, se han otorgado licencias de exploración de minería en más de 1.3 millones de km2 de fondo marino en áreas más allá de las jurisdicciones nacionales. 

En el punto de los materiales también es importante mencionar las plantas de desalinización: son más de 16.000 que tienen una capacidad de 96 millones de metros cúbicos por día. En relación a la   tecnología remota de muestreo, explicó Vilardy, se han desarrollado más de 34.000 productos naturales.

Vilardy explicó que existen cientos de intervenciones humanas, en las que resaltan el transporte marítimo, la fibra óptica (1.3 millones de km de cables transportan el 99 % de las comunicaciones internacionales), las tuberías submarinas por hidrocarburos, el turismo y por supuesto la relación que tiene el 40 % de la población mundial que vive a menos de 200 km de la línea de la costa.

Estos tipos de intervenciones han generado una serie de efectos: el océano se ha calentado desde 1970 y desde 1993 la tasa de calentamiento es más del doble. Las oleadas de calor marina se han duplicado, hay una pérdida de oxígeno desde la superficie hasta los 1.000 metros. La medida de nivel del mar está aumentando. Si la situación sigue así, se presentará una disminución de biomasa mayor en los trópicos, se generará la pérdida de hábitat y de diversidad de especies, la capacidad adaptativa será menor y los corales, que ya están en riesgo alto, podrían desaparecer.

Acciones concretas 

Cuando terminaron las  conferencias, el rector Alejandro Gaviria hizo una reflexión sobre las medidas que se pueden tomar para proteger a los océanos y preservar la agricultura. En el caso de los biocombustibles, señaló, lo más lógico es desmontar las políticas públicas de subsidio. Sin embargo, para frenar esa aceleración azul se necesitan cambios colectivos que son más difíciles de impulsar. Pareciera, dijo, que frente a la agricultura hay medidas claras que se pueden tomar; en a los océanos no es tan sencillo. 

En efecto, Vilardy dijo que se necesitan tomar medidas frente al modelo en el que intervenimos el océano pero “ni siquiera lo estamos intentando”. Por su parte, Ximena Rueda señaló que en el caso de la agricultura los seres humanos “nos dimos cuenta antes de lo que estaba pasando, de los impactos de los pesticidas, por ejemplo, y hemos tomado consciencia”. Habló, de hecho, de las campañas publicitarias de Green Peace que le han exigido a las empresas agrícolas cambios concretos. En este aspecto, el papel del consumidor para incentivar o desincentivar la producción es clave.

En el mercado de alimentos del mar, por el contrario, hace falta una conciencia de consumo, pues como lo explicaba la profesora Vilardy, la “acuicultura también está asociada a monopolios. El gran debate sobre las aletas de tiburón, por ejemplo, tiene que ver con una demanda gigante en China”. En materia océanos, insistió Vilardy, existe un desconocimiento profundo. “Conocemos más sobre la superficie de Marte que de los océanos”. En ese sentido, los mares están en desventaja con la agricultura y se necesita mayor inversión y conocimiento para tomar medidas.

Para terminar la conferencia, el rector hizo un análisis sobre algunos aspectos puntuales de las conferencias: “subsidiamos el agua cuando no deberíamos hacerlo, subsidiamos muchas veces la acumulación de capital en industrias extractivas sin ningún sentido ”. Hay un tema obvio, dijo, en lo que tiene que ver con las políticas públicas. ¿Qué hacer? “Uno podría hablar de un mejor capitalismo”, dijo, de la “mejor gestión del Estado”. En líneas generales, hacer una “taxonomía de un capitalismo más consciente”. 

Antes de terminar, el rector proyectó la fotografía “un punto azul pálido”, que tomó Carl Sagan 30 años atrás. La Tierra se ve como justamente eso: un punto azul lejos, pálido. Esa fotografía, dijo el rector, señala la necesidad de tratarnos todos con mayor humanidad en el único hogar que hemos conocido. 

Para ver la conferencia vía streaming, haga clic aquí: 

 

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