América Latina y el Caribe son responsables de 4.000 millones de toneladas de emisiones de CO2 anualmente. Esto se traduce en cerca del 8 % de las emisiones de CO2 en el mundo. En 2030, siguiendo los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), la región y el planeta deberían disminuir sustancialmente las emisiones de CO2 y de gases efecto invernadero para alcanzar la meta de cero emisiones netas en 2050. Si esto no sucede, difícilmente las naciones podrán evitar que el calentamiento global se mantenga en el límite trazado de 1.5 grados centígrados.
Estos datos hacen parte del informe “¿Cómo llegar a cero emisiones netas? Lecciones de América Latina y el Caribe”, elaborado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y el proyecto DDPLAC (Deep Decarbonization Pathways in Latin America). En líneas generales, el documento plantea soluciones para la región teniendo en cuenta tanto la realidad económica como ambiental de los países de América Latina y el Caribe. El documento muestra, además de una revisión de las políticas actuales y sus alcances, diagnósticos enfocados en los procesos de descarbonización de diferentes países.
Como en el resto del mundo, la generación de energía y el transporte son las principales fuentes de emisiones de CO2 en la región. En líneas generales, el uso de combustibles fósiles es el propulsor más importante en el alza de emisiones de gases efecto invernadero en el mundo. Al respecto, el documento señala lo siguiente: “Entre 1990 y 2014, las emisiones de CO2 por uso de combustibles fósiles incrementó en 87%. La intensidad del carbono en el uso de energía aumentó en ALC (América Latina y el Caribe) en 5% entre 1990 y 2014 debido a la disminución de biomasa e hidroenergía en la mezcla energética y al mayor uso de carbón y gas natural”.
Frente a este panorama, existe un problema concreto: según los investigadores, las Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDCs, por sus siglas en inglés) en los países de la región no están encaminadas a una descarbonización profunda. Con las NDCs actuales, las emisiones por uso de combustibles fósiles en la mayoría de países de la región serían de 700 millones de toneladas (Mt) de CO2 en 2030, mientras que con la descarbonización profunda se podría llegar a un nivel de 600 Mt de CO2 anuales. Los países, entonces, necesitan ajustar sus NDC con la Agenda 2030 para alcanzar una descarbonización real.
En Colombia, el equipo de DDPLAC encontró que, con las NDC actuales, el país podría alcanzar la meta de solventar el 30 % de energía a través de combustibles fósiles. Sin embargo, la descarbonización profunda permite entre el 10 y el 17% de energía a base de este tipo de combustibles. Por otro lado, en México, una de las NDC le apunta a alcanzar la cifra de 43 % de electricidad libre de carbono para el año 2030, pese a que las trayectorias de descarbonización señalan que se necesita, en una década, alcanzar el 65 % de la electricidad libre de carbono.
El informe también hace énfasis en el sector del transporte. Las emisiones de este sector, de acuerdo con las proyecciones que presenta el BID, aumentarían entre 28 y 327% en los países de la región para el año 2050. No obstante, para una descarbonización profunda estas emisiones deberían disminuir entre el 78 % y el 99 %. El informe agrega que los modos de transporte colectivos representan entre el 7 y el 50 % de las emisiones de CO2 por combustión de combustibles fósiles en los países de la región.
Ahora, también es necesario cambiar las NDS relacionadas con la energía. Para alcanzar la descarbonización profunda los expertos señalan que la generación de energías limpias en los países debe aumentar entre 210 y 560 %. En ese sentido, la electrificación de las flotas de buses, por ejemplo, es clave.
Al respecto, el informe señala que en el caso concreto de México, “las simulaciones de la descarbonización profunda han encontrado que se requerirá de la electrificación rápida del sector transporte para descarbonizar con un énfasis inicial en el transporte urbano de pasajeros. Para los vehículos particulares, lo ideal es que por lo menos el 30% de la venta de nuevos vehículos en 2030 sean eléctricos y el 90 % en 2040”. En este sentido, la demanda eléctrica excederá el valor del escenario de referencia por 45 % en 2030 y 90 % en 2050, principalmente por la electrificación vehicular.
En Costa Rica, por ejemplo, el plan para la descarbonización fijó la meta de que el 30 % de los autobuses cumplan con cero emisiones para 2035 y que en 2050 este porcentaje ascienda al 85 %. Para los carros particulares, las metas son de 30 % y 90 % respectivamente. Por otro lado, en Colombia, para el año 2050, casi dos terceras partes de los servicios de autobús deberán ser provistos por autobuses eléctricos.
¿Qué hacer para llegar a cero emisiones netas?
De acuerdo con el documento, “los escenarios para la descarbonización profunda implican cambios modales y reducción de distancias viajadas. En las trayectorias para la descarbonización profunda en Colombia, Costa Rica, Ecuador y México, el transporte público representará entre el 45 y el 70 % de kilómetros motorizados viajados para el año 2050, en comparación con las cifras a menudo mucho más bajas (30 % menos) de escenarios sin políticas para el cambio climático”.
Los países deben acelerar los cambios en la planeación urbana, en la infraestructura y en el cambio de transporte hacia uno eléctrico. En América Latina y el Caribe, agregan los investigadores, los Sistemas de Autobús Metropolitano Rápido deben migrar hacia los sistemas eléctricos. Desde 2017, 14 ciudades —incluyendo Quito y la Ciudad de México— se han comprometido a comprar únicamente autobuses de cero emisiones a partir del año 2025.
En julio de 2019, Colombia estableció la meta de adquirir el 100 % de vehículos públicos eléctricos o de cero emisiones para transporte colectivo antes del 2035. Chile, por su parte, fijó la meta de tener 100 % de transporte público eléctrico para 2040. Un ejemplo que destaca el BID es el de Bogotá, ciudad que tiene como meta llegar a 600 buses eléctricos en 2020. También lo es Santiago de Chile, que ya cuenta con cerca de 400 autobuses eléctricos en operación.
“Si la flotilla actual de autobuses y taxis en las 22 ciudades más grandes de América Latina fuese eléctrica, la región podría ahorrar hasta USD 64 mil millones en costos de combustible y evitar que el equivalente a 300 millones de toneladas de dióxido de carbono entre en el aire para el 2030”, dice el documento.
Cumpliendo con estas metas, la intensidad del carbono en la producción de electricidad caería por lo menos 90 % en todos los países. Actualmente, señala el estudio, la energía solar es la fuente predominante para la descarbonización en México; en Argentina existe un sistema mixto entre energía nuclear, hidroenergía, solar y eólica y en Colombia, de acuerdo con las proyecciones, las plantas hidroeléctricas, eólicas, solares, de biomasa y geotérmicas tendrán que cubrir el 80 % de la energía.
En los países de la región, las emisiones agrícolas usualmente representan entre el 7 y el 13 % de las emisiones, mientras que la deforestación, al acabar con bosques que absorben el carbono, tiene un amplio espectro que va entre el 1 y el 83 % de las emisiones nacionales (dependendiendo del país de estudio). Es clave, entonces, delimitar la frontera agrícola y detener la deforestación. Si estos objetivos se cumplen, las emisiones por agricultura y bosques podrían reducirse entre el 78 y el 393 % para 2050. En Perú, por ejemplo, estas emisiones generaron el 66% de los gases de efecto invernadero emitidos en 2012.
En este punto también es clave la ganadería. De acuerdo con los investigadores, “la producción con mayor valor agregado (como son alimentos orgánicos o funcionales, y otros productos alimenticios de alta calidad final) reduce la intensidad de carbono”. En Colombia, agregan, los análisis de descarbonización profunda demuestran que la intensificación de la producción de ganadería es clave para liberar áreas que pueden ser usadas para cultivos y reforestación. “ Si se aumenta la densidad de animales de 0.8 cabezas por hectárea a 2 cabezas por hectárea, se podrían liberar unos 12 millones de hectáreas para otros usos agrícolas (permitiendo duplicar o más las áreas actualmente sembradas)”.
El documento, que ahonda en diferentes retos en materia de descarbonización, señala que la transición a cero emisiones netas es “ técnicamente posible mediante la producción de electricidad sin emisiones de carbono; la electrificación de la industria, el transporte, la calefacción y la cocina; el aumento de la provisión de transporte público y no motorizado; el manejo y regeneración de sumideros de carbono natural y la mejora en la eficiencia en el uso de los recursos, reduciendo el desperdicio y minimizando la intensidad de carbono en la construcción y las dietas”.
Una de las conclusiones más relevantes del informe es la necesidad urgente de actualizar las Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC). Si los países asumen esta tarea para llegar a cero emisiones neta a 2050, la región de América Latina y el Caribe podría ahorrarle a la región unos 90 mil millones de dólares en activos bloqueados en el sector de la energía y 100 mil millones de dólares en costos de inversión.
El Fondo Monetario Internacional (FMI) señala que, a nivel mundial, en 2017 “existían USD 5,2 billones (6,5 % del PIB) de varias formas de subsidios energéticos, con un 5 % de subsidios energéticos mundiales que provenían de América Latina y El Caribe. Si bien las naciones deben ser conscientes de que la eliminación de subsidios o tributación ambiental podría perjudicar a los consumidores vulnerables, deben trabajar en cambios graduales para alcanzar la transición energética. “El despliegue de infraestructura o equipo intensivo en emisiones de carbono que empleemos hoy puede predefinir las emisiones para los años 2030, 2050, y más allá”.
La región podría obtener hasta el 8 0% de electricidad renovable para el año 2030 de manera asequible, “haciendo uso de los abundantes recursos eólicos y solares conforme el costo siga bajando, y usando la energía térmica y las grandes instalaciones hidroeléctricas – siempre y cuando las condiciones hidrológicas permanezcan favorables – a manera de equilibrar el sistema. Si los países de América Latina y el Caribe respaldan con toda la energía renovable, la región podría ahorrar USD 7 mil millones en comparación con la trayectoria actual”.
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