Sin la salud del planeta, los Objetivos de Desarrollo Sostenible perderían su base. Consciente de los retos ambientales que se pueden acentuar con la pandemia, la Pontificia Universidad Católica de Chile, a través del Laboratorio de Innovación Social CoLab- UC, ha venido desarrollando en alianza con otras universidades el proyecto “Conversaciones de Futuro: ODS-COVID”, el cual consiste en analizar en detalle cómo la pandemia del Covid-19 afecta el cumplimiento de la Agenda 2030, develando algunos de los problemas estructurales de la sociedad.
El pasado 4 junio se llevó a cabo el diálogo sobre el ODS 15: Vida de ecosistemas terrestres, el cual fue moderado por Germán Andrade, biólogo e investigador senior del Centro ODS para América Latina y el Caribe de la Universidad de los Andes (CODS). En este evento participaron Adriana Flores Díaz, integrante del Panel Multidisplinario de Expertos (MEP) para la región de América Latina por parte del IPBES; Sandra Vilardy, directora de la iniciativa Parques Nacionales Cómo Vamos en Colombia; Maryann Ramírez, directora de estrategias y nuevos modelos de conservación en The Nature Conservancy y Juan David Amaya Espinel, director del programa de maestría en gestión ambiental de la Pontificia Universidad Javeriana.
Detalles del ODS 15
En primer lugar, Adriana Flores, PhD en Ecología, habló sobre algunos retos que se deben tener en mente cuando se habla sobre el ODS 15, como proteger y promover el uso sostenible de los ecosistemas terrestres, gestionar sosteniblemente los bosques, luchar contra la deforestación, detener e invertir la degradación de las tierras y detener la pérdida de biodiversidad. De la salud de la biósfera, recordó la expositora, depende la regulación climática e hídrica del planeta, la polinización, la energía, las fibras, los alimentos, las medicinas, los recursos genéticos, naturales, el descanso, entre otros aspectos esenciales para el ser humano.
Sobre el Covid-19, como señaló Flores citando al IPBES, es que “la explotación insostenible del medio ambiente debido al cambio de uso de la tierra, la expansión, intensificación de la agricultura, el comercio y el consumo de fauna silvestre y otros factores similares alteran las interacciones naturales entre la fauna silvestre y sus microbios, aumentando el contacto entre la fauna silvestre, el ganado, las personas y sus patógenos, lo cual ha provocado casi todas las pandemias”. En las últimas tres décadas, como dijo la expositora, el planeta ha perdido, en promedio, cinco millones de hectáreas de bosque cada año
Para el caso de América Latina y el Caribe, Flores señaló que la deforestación puede generar efectos adversos para los ecosistemas, como la disminución de la evapotranspiración y de los regímenes de lluvia, lo cual podría cambiar la estabilidad ambiental en la región. El Covid-19, por ejemplo, incrementó la pobreza y la inseguridad alimentaria, lo que ha desencadenado en una mayor dependencia de los bosques, alimentando así un círculo vicioso muy preocupante .
En este contexto, existen factores críticos, como la presión por pesca ilegal y la contaminación industrial, señaló la expositora.Con la pandemia, se han visto impactos negativos en “zonas de menor desarrollo” y un incremento en la contaminación hídrica lo cual puede derivar, entre otros problemas, en “el incremento en necesidades de agua para hogares”. Para evitar la degradación de los ecosistemas, es clave la vigilancia institucional y comunitaria, así como la garantía de participación para comunidades locales y grupos poco representados. Para finalizar, Flores señaló que es importante materializar la idea de “una sola salud” en la región, teniendo en cuenta los efectos adversos de destruir la naturaleza.
Estrategias para enfrentar el cambio climático
Sandra Vilardy, bióloga marina y directora de Parques Cómo Vamos, hizo énfasis en cómo la pobreza y la recesión que se ha generado durante la pandemia puede derivar en el incremento de actividades productivas que no contemplan mayores requisitos ambientales. A manera de ejemplo, señaló que el aumento de la deforestación en países como Colombia no solo afecta la conexión entre los ecosistemas sino que también se genera un proceso de “defaunación”.
Por su parte, Maryann Ramírez, quien hace parte de The Nature Conservancy, señaló que durante la pandemia cerca de 3.500 profesionales de la organización han trabajado en la región para reducir la velocidad en la que se cambia el uso del suelo, pues actualmente existe una fuerte demanda por invertir en sectores que pueden generar una pérdida de los ecosistemas. En los procesos que se avecinan después de la pandemia, Ramírez señaló que es clave trabajar de la mano de las comunidades para que ellas mismas protejan los ecosistemas y que desde las políticas públicas se les de prioridad.
De otro lado, Juan David Amaya, de la Universidad Javeriana de Colombia, aseguró que es urgente trabajar en el área de la inequidad social y ambiental, así como en la investigación para implementar medidas preventivas frente a las enfermedades emergentes por presiones antrópicas. Actualmente, dijo, existe una enorme brecha de conocimiento, lo cual ha dificultado tomar decisiones a nivel político. Esas “lagunas de conocimiento nos impiden reconocer cómo la degradación de los ecosistemas genera mayor vulnerabilidad a la población”, dijo.
El sistema, a prueba
Para finalizar, las tres personas invitadas hablaron sobre algunos retos que tiene la región después de la emergencia del Covid-19. Para Sandra Vilardy, la pandemia puso a prueba todo el sistema y quedó claro que en lo que concierne a políticas de biodiversidad y salud, muchas han fracasado. Ramírez, en la misma línea, señaló que toda la atención estatal está puesta en la salud de las personas, lo que ha debilitado la implementación de políticas públicas para enfrentar el cambio climático.
Por otro lado, el profesor Amaya hizo énfasis en la conexión entre la naturaleza y el bienestar de las personas. El hecho de que el 55% de la población habite en centros urbanos, dijo, ha dejado ver algunos aspectos importantes de la crisis climática, como la contaminación atmosférica urbana y los cambios de temperatura en determinadas zonas. En ese mismo aspecto, agregó Adriana Flores, se debe tener en cuenta la planificación urbana ambiental, pues uno de los riesgos es que los nuevos proyectos inmobiliarios se hagan sin tener en cuenta los requisitos ambientales.
Para finalizar, Sandra Vilardy hizo énfasis en la necesidad de “hacer las paces con la naturaleza”, retomando la idea de una sola salud e incluyendo a la sociedad civil en las decisiones ambientales y fortaleciendo la vigilancia y el cumplimiento de los ODS por parte de los gobiernos de la región. Es clave, adicionalmente, “reducir la velocidad de consumo, debemos revisar la arrogancia de la sociedad moderna y comprender las raíces fundamentales de los problemas que estamos viviendo”.
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