El pasado 25 de mayo en Madrid, España, se dieron a conocer los trabajos periodísticos ganadores de los Premios Ortega y Gasset, unos de los más prestigiosos en los países de habla hispana. En la categoría “mejor historia o investigación periodística” ganó “Las mujeres que le ganaron al desierto”, escrito por Isabela Ponce, directora editorial del medio independiente GK, de Ecuador. Este trabajo, financiado por el Centro ODS para América Latina y el Caribe de la Universidad de los Andes (CODS), cuenta la historia de adaptación climática de cuatro mujeres campesinas que viven en el desierto de Jubones, al sur del Ecuador.
De acuerdo con el jurado del premio, este reportaje multimedia se destacó por “la detallada y precisa descripción del entorno en el que se desarrolla una historia de liderazgo de mujeres en un medio hostil. Aporta un enfoque original que resalta el papel preponderante de la mujer y la importancia de la visión comunitaria y la generosidad: las cuatro protagonistas, sin conocerse entre ellas y sin formación científica, trabajan pensando en el agua de los demás”. En este trabajo se destaca, además, el trabajo audiovisual de Ana María Buitrón, el cual permite conocer más de cerca cómo se desarrollan técnicas de riego novedosas por parte de poblaciones campesinas en esta zona desértica.
El Centro ODS habló con Isabela Ponce, directora editorial de GK, periodista desde 2008 y editora desde 2014. Ponce, ganadora del premio Ortega y Gasset, ha enfocado su trabajo en el cubrimiento de temas como medio ambiente, género, derechos LGBTI y minorías. En esta entrevista, Ponce habla sobre los retos del periodismo ambiental y sobre cómo se puede pensar en la comunicación de cara a la crisis ambiental que se avecina.
Este trabajo demuestra algunos desafíos de la adaptación climática y lo hace a través de historias humanas. ¿Cómo llegaste a las mujeres del desierto de Jubones? ¿Cómo se desarrolló este reportaje?
La idea original fue de Ana María Buitrón, la fotógrafa que me acompañó y con quien ganamos el premio. Ella, un año antes, había trabajado en un proyecto sobre adaptación al cambio climático en la cuenca del río Jubones y me contó sobre el trabajo que estaban haciendo las mujeres. Cuando vimos la convocatoria del Centro ODS dijimos “bajemos el proyecto, aterricémoslo”. Hice una investigación previa y, después de ganar la convocatoria del centro, nos fuimos una semana al desierto. Eso fue justo después del paro nacional que duró siete días en Ecuador, durante 2019. Viajamos en avión de Quito a Cuenca y luego de Cuenca a Santa Isabel en camioneta. Todas las mañanas, desde muy temprano, íbamos a reportear al desierto. Ir allá es adentrarse en un espiral de tierra seca por horas y horas y recorriendo el desierto encontramos que había comunidades alejadas entre sí, comunidades en donde están las mujeres que cultivaban diferentes alimentos. Era impresionante.
¿Cómo llegaste a establecer el foco del reportaje? Digamos, llegaste a la adaptación al cambio climático tocando también el rol del género…
El cambio climático es el tema marco, el que está de fondo. Lo que pasa es que este es un concepto lejano, abstracto e impersonal, por eso el reto de este reportaje fue hablar sobre el cambio climático a través de las historias de estas mujeres. A mí lo que me pareció muy interesante fue tratar de hablar de este tema tan complejo — que incluye condiciones climáticas adversas, conceptos sobre agricultura— a través de estos rostros. Llegar allá y ver cómo funciona el goteo y ver cómo ellas mismas han desarrollado técnicas de aspersión por la escasez del agua fue impresionante. En las ciudades, el agua es algo que se da por sentado, mientras que allá, en el desierto, hay una sequía que dificulta muchísimo acceder al agua. Al final, lo que intentamos fue decodificar esas ideas complejas y técnicas a palabras amigables y asequibles. También por eso me centré en el esfuerzo que hacen las mujeres hacen para llevar agua al desierto. Y en ese punto fue muy importante darles voz; la forma como ellas lo explican es hermosa.
Este reportaje es diferente a lo que uno suele leer en las secciones ambientales de la mayoría de la prensa. Se ven muchas cifras, cubrimientos de eventos, noticias institucionales, pero pocas historias….
Una de las cosas más lindas de este premio es que este trabajo encarna el espíritu de GK. Nosotros trabajamos con las verticales de género y medio ambiente y le apostamos al periodismo a profundidad. En este trabajo tenemos todos esos componentes, e incluso es un trabajo multiformato en el que pueden encontrar foto ensayos, animaciones, videos y foto audios con las voces de las mujeres. El premio reafirma que el periodismo al que le estamos apostando vale la pena. Este trabajo tuvo varias semanas de escritura, de edición y valió la pena.
Cuéntame un poco más sobre GK como proyecto periodístico….
Este año GK cumple 10 años. Cuando comenzó fue un proyecto más experimental, como una especie de blog colectivo en el que participaban abogados, académicas, psicólogas…Nació como una idea de ser un medio independiente, pues en ese entonces no había medios de este tipo en Ecuador. También nació por la necesidad de poder llevar temas al público que no están en la primera plana de los grandes medios, como la despenalización del aborto, el matrimonio igualitario, la despenalización de las drogas, entre otros.
En 2014, GK se convirtió más en un medio de comunicación. Nos ganamos un fondo y viajamos a Argentina a aprender sobre negocios y por eso empezamos a hacer nuevos proyectos. Ya en 2017 estábamos en proyectos transnacionales con medios de la región y comenzamos a mostrarnos hacia afuera. En ese entonces publicábamos poco, casi que un reportaje al mes, pero poco a poco hemos ido cambiando las estrategias editoriales. Hoy GK tiene la esencia de 2011: es independiente, es decir, no depende de una sola fuente de financiación, ni del gobierno ni de grandes empresas. GK se ha ido diversificando y, como te decía, hoy cubrimos ambiente, género, transparencia, todo con un enfoque de derechos humanos. Hoy somos uno de los medios más leídos en Ecuador y si bien cuando hay una noticia no salimos en 10 minutos sino en 40, te explicamos todo el contexto sin perder el foco.
¿Cuántas personas trabajan en GK y cómo miden el impacto social que tienen?
Somos 21 personas y trabajamos en un equipo súper balanceado, en el que tenemos una directora financiera, una persona encargada de alianzas, dos desarrolladores web, tres editoras, un videógrafo y fotógrafo y bueno, es un equipo diverso que es el que hace andar la máquina. Sobre la otra pregunta, GK hace periodismo con profundidad y con impacto social. ¿Cómo lo vemos? Por ejemplo, cuando se publica un artículo sobre un caso de abuso sexual en la Iglesia Católica y ese cura es expulsado desde el Vaticano, o cuando publicamos una historia sobre unos niños venezolanos que durante la pandemia no podían estudiar por falta de aparatos electrónicos porque tenían que buscar que comer. Hoy en día esa familia tiene tres tabletas en su casa para los niños. Eso es impacto social.
Hablemos de nuevo sobre el periodismo ambiental. ¿Cómo lo evalúas, qué recomendaciones darías?
Hay algo muy importante y es cómo lograr que a la gente le importe lo que está leyendo. El ambiente suele ser visto como el arbolito y la rana que hay que conservar, pero no se tienen tan presentes las consecuencias del deterioro del medio ambiente en nuestra vida diaria y tampoco los conflictos socio ambientales de fondo, por ejemplo. Hay que buscar empatía al contar las historias, quizás la cebolla que te comes viene del desierto de Jubones y es cultivada por estas mujeres; siempre hay que ver que viene detrás. El medio ambiente se sigue tratando en muchos medios como algo abstracto, cuando tiene muchas historias por contar y que nos afectan. Por ejemplo, ahora que en la región estamos quebrados, la reactivación económica seguramente será a través del extractivismo puro. ¿Cómo nos afectará esto? ¿Qué alternativas hay? ¿Qué historias se pueden contar?
Claro, porque podemos leer titulares sobre miles de hectáreas deforestadas o especies en extinción, por ejemplo, pero esta historia, la de las mujeres, va mucho más allá y habla de la ciencia desde la cotidianidad…
El desierto de Jubones no es un lugar conocido en Ecuador, no está en el mapa para mucha gente. Cuando uno ve el mapa, está esa mancha horizontal que atraviesa tres provincias y que es el desierto. Y cuando la visitas y ves comunidades viviendo allí es inevitable preguntarse por qué están allí e indagar cómo sobreviven. En el caso de los páramos, por ejemplo, hace falta encontrar ese vínculo para que las personas entiendan que sin los páramos nos quedamos sin agua y que necesitamos empatizar más con ellos.
Para terminar, quisiera que me comentaras qué piensas sobre el rol del periodismo en un momento tan difícil como es el que estamos viviendo, con una pandemia, recesión económica, estallidos sociales…
El año pasado fue muy difícil. En GK, por ejemplo, nosotros no cubríamos salud, no era nuestra especialidad, y tuvimos que pensar qué hacer, cómo no generar alarma en la gente y a la vez presentar información verificada. Luego llegó un momento en el que veíamos cómo la pandemia estaba relacionada con el medio ambiente, con el género, con los derechos de las minorías y teníamos que hablar de ello. Con los estallidos sociales no puedes no cubrirlos, pero hay que hacerlo con contexto, con información verificada. Lo que hace 070 es muy interesante con toda la información forense y la verificación de datos. Mi recomendación siempre es buscar el valor agregado, ya se innovando en formatos, generando memoria histórica … Pero contar la noticia, definitivamente, no tiene nada de diferenciador.