‘Estamos dejando morir a la Amazonía’: Cláudio Maretti
Hablamos con el vicepresidente de la Comisión Mundial de Áreas Protegidas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza.
Santiago Valenzuela A
17/11/2020
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La salud de la Amazonía, así como la de la humanidad, pasa por un momento delicado. Este ecosistema ha perdido el 17% de sus bosques y si la deforestación continúa con el ritmo actual, WWF calcula que este porcentaje ascendería a 27% para 2030. En otras palabras, como humanidad perderíamos alrededor de 85,4 millones de hectáreas de bosques amazónicos. La región amazónica, recordemos, contiene el bosque tropical y el sistema fluvial más grande del mundo, el cual abarca 6.5 millones de km2. Con su diversidad, la Amazonía nos proporciona el 20% de la circulación de agua y aire cada día.

Para profundizar en la situación actual de la Amazonía — región que ha sufrido efectos inesperados por el Covid-19 —el Centro ODS para América Latina y el Caribe de la Universidad de los Andes entrevistó a Cláudio Maretti, PhD e investigador en Geografía, consultor y vicepresidente de la Comisión Mundial de Áreas Protegidas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza. Fue presidente del Instituto Chico Mendes para la Conservación de la Biodiversidad (ICMBio), que es la institución nacional brasileña encargada de las áreas protegidas federales.

¿Cuál es la situación actual de la Amazonía? ¿A qué presiones se enfrenta?

Hablemos un poco sobre la historia. La Amazonía es ese lugar que los conquistadores europeos no lograron dominar. ¿Por qué? Por las diferencias con los habitantes nativos, por las dificultades naturales, por los bosques, los ríos, el clima, los insectos y, por supuesto, por las enfermedades. Más o menos desde la mitad del siglo pasado, casi todos los países del norte de Suramérica —excepto las Guayanas que tienen la Amazonía en el 99% de su territorio— comenzaron a ocupar buena parte de la Amazonía.

En el caso de Brasil, todo comenzó con un mito de constitución de país que señalaba que el territorio era inagotable, infinito. Y esto tiene que ver con la idea de que es necesario intervenir la naturaleza y “limpiar la tierra” para poder volverla productiva. En el caso de otros países predominaron la minería y el petróleo y, en los casos de Perú, Brasil y Colombia, la explotación del caucho. A principios del siglo XX, los intentos de agricultura y la explotación de caucho no fueron tan exitosos. Fue a partir de la mitad del siglo pasado que empezamos, en el caso de Brasil, con la agricultura y en otros países con la extracción de petróleo, actividad que se fortaleció en la década del 70.

¿Por qué no se frenó?

En la década del 70 se empezó a decir que estas actividades traerían consecuencias negativas y el rol de las comunidades indígenas en estos procesos de denuncia fue muy importante. En los años ochenta, con las nuevas constituciones, les fueron otorgados nuevos derechos a las comunidades indígenas y afrodescendientes. Es entonces cuando comenzó un nuevo modelo de ocupación que tuvo en cuenta los impactos negativos de la intervención humana, como la deforestación por la ganadería y otras actividades. En el transcurso de los ochentas, los noventas y la década del 2000, fue aumentando el impacto de las comunidades remanentes de los caucheros y migraciones a la Amazonía para la explotación irregular.

En el caso de Brasil hubo un movimiento muy fuerte por reconocer los territorios tradicionales no indígenas y no afrodescendientes. Sin embargo, de manera paralela, varios países, entre ellos Colombia, fueron creando áreas protegidas y mejorando el monitoreo de la deforestación. En todo caso, en los últimos tiempos hemos visto extracción de petróleo en Colombia y Ecuador y mucha ocupación irregular en toda la Amazonía para minería de oro, la cual, en el caso de Colombia, ha generado afectaciones importantes en los ríos. Y se han agudizado, asimismo, las disputas por la tenencia de la tierra. Recientemente hemos alcanzado derechos importantes para las comunidades indígenas pero no hemos logrado construir una bioeconomía regional que evite la degradación de los ecosistemas.

En los últimos años la Amazonía colombiana ha sido afectada por el acaparamiento de tierras. ¿Qué ha sucedido en Brasil con Bolsonaro como presidente?

Ha sido mucho peor. Como decía, en las últimas décadas se ha presentado un cambio de visión de la Amazonía que incluye al cambio climático, a la biodiversidad y a los derechos de las comunidades indígenas. Estábamos dejando atrás esa visión de colonizadores europeos que promovían el derecho a esclavizar a las comunidades indígenas. Con Bolsonaro el mensaje es: todas las actividades productivas, así algunas sean ilegales, son buenas. Es volver al discurso del siglo pasado. Lo que está haciendo el Ministerio de Ambiente de Brasil es regularizar la tenencia de la tierra, diciéndoles a los que la explotan: adelante, nosotros los apoyamos.

Lo que ha sucedido es un aumento en la regularización de la minería artesanal ilegal y una disminución de presupuesto para las entidades encargadas de la vigilancia ambiental y fenómenos como la deforestación hoy están por fuera de control. Recientemente, el presidente ha insistido en que las comunidades indígenas y las ONGs son las responsables de los problemas ambientales en la Amazonía y ha respaldado a los acaparadores de tierra y a los mineros ilegales. Es terrible.

¿Cómo se ha visto afectada la Amazonía por el cambio climático? Hablemos, por ejemplo, de los incendios….

En su mayoría, la Amazonía es un gran bosque húmedo que se puede quemar pero no de manera natural. Existen casos específicos muy orgánicos, pero no es lo común. No obstante, con el cambio climático los periodos secos se están haciendo más intensos y frecuentes y estos afectan a la Amazonía. A este factor súmale la degradación de los bosques con la explotación ilegal de madera y la deforestación para diferentes usos de la tierra. Es decir, tenemos más años seguidos de sequías más pronunciadas y más zonas de bosque degradado y un aumento de la deforestación. La Amazonía, entonces, es cada vez más susceptible a los incendios.

Si no frenamos la deforestación, estamos poniendo en riesgo a la Amazonía. Te explico: por la presión del bosque húmedo se genera una atracción de aire sobre el Atlántico y se presenta una entrada de humedad del mar hacia la tierra. Es como una suerte de succión por la diferencia de presiones y la mayor cantidad de agua se queda en el suelo, en los bosques, en los ríos y la atmósfera. Es por esta razón que los países andino-amazónicos como Perú, Colombia y Ecuador, tienen una biodiversidad inmensa.

Todo este proceso de la Amazonía trae humedad hacia la parte más productiva de América del Sur que es el centro-sur de Brasil, Paraguay, Uruguay y el norte de Argentina. Esa parte, toda, vive de lo agropecuario y tiene las lluvias gracias al régimen de humedad dependiente de este funcionamiento de la Amazonía. Lo que está pasando actualmente está debilitando la fuerza de ese proceso que es muy importante para el centro y sur de América del sur. Si no detenemos la deforestación, se seguirá empeorando el problema. En el río Xingú, por ejemplo, se ha comprobado científicamente que hay diferencias de pluviosidad por las zonas deforestadas. Estos cambios en la pluviosidad están siendo perjudiciales para la agricultura.

Cláudio Maretti

Durante la pandemia se ha hablado mucho sobre la importancia de los bosques, en parte por su función de amortiguación. ¿Por qué es importante que hablemos de deforestación en estos momentos de pandemia? ¿Cómo se relaciona este problema con la crisis actual?

Primero, es necesario señalar que el medio ambiente sano es un derecho humano fundamental, reconocido por la doctrina jurídica como un derecho humanitario de cuarta generación. Y tenemos también la doctrina jurídica que dice que el medio ambiente es la base de otros derechos como el acceso a agua limpia, salud, alimentación, etc. Entonces, no respetar territorios como la Amazonía, donde viven diferentes comunidades indígenas, es obstaculizar la posibilidad de que ellas tengan relación íntima con los ecosistemas naturales, o sea, los indígenas que quieren pescar en ríos limpios, tienen que tener el derecho de seguir pescando en sus ríos limpios porque es parte de lo que llamamos su renovación cultural.

La deforestación va en contra del derecho de la humanidad de vivir en un ambiente sano. Y en segundo lugar, mantener los bosques y los ecosistemas es evitar el empeoramiento del cambio climático, es mitigar, es evitar la transformación de los ecosistemas. Ahora, para la disminución de esos impactos que tienen que ver con la salud, es necesario proteger integralmente los ecosistemas. Pensemos en esto: si tienes un cambio fuerte en los regímenes de lluvia en la Amazonía y las ciudades quedan inundadas, estamos hablando de un problema de salud pública. Y esto no solo tiene que ver con la Amazonía, sino con las cuencas aledañas y los bosques aledaños. ¿Quiénes se están preocupando por los bosques aledaños de grandes ciudades como Sao Paulo que tiene 15 millones de habitantes?

Y por supuesto: del uso inadecuado de zonas naturales como son los casos de la Antártica, de la Amazonía o del Sahara pueden surgir enfermedades que van a tornarse pandemias. Pero más allá de ese efecto, la calidad de la vida de la gente, en general, incluso la salud física y mental, tiene que ver con el cuidado de sus ecosistemas locales. De nada sirve que tengamos una Amazonía preservada si no tenemos cuencas alrededor de las ciudades o si las tenemos degradadas. Así no se pueden evitar inundaciones y perdemos la filtración de la polución del aire por parte de los bosques.

Si preservamos la naturaleza, es mucho más difícil que ocurran pandemias. Para el tema de salud es muy importante no destruir ni interferir demasiado en esas áreas naturales y estratégicas del mundo, como la Amazonía. Estas indirectamente controlan el cambio climático son importantes para la mitigación.

Se habla de reforestación y de ampliación de áreas protegidas como soluciones importantes. Sin embargo, aquí se ha visto que la reforestación muchas veces no garantiza la conectividad ecológica, como lo que ha dicho el Instituto Humboldt. ¿Usted cómo ve las estrategias de los gobiernos para compensar esos daños ambientales?

En primer lugar, es fundamental evitar la deforestación, y en segundo lugar, evitar la degradación. En Colombia, hay muchas personas que quieren regresar a sus territorios y miles de desmovilizados que están buscando salidas económicas. Sin muchas oportunidades, la ganadería termina siendo una opción muy fuerte. En la coyuntura de Colombia se deben articular esfuerzos para buscar oportunidades de ingresos que no generen deforestación. También tenemos que saber que construir carreteras en medio de bosques genera la posibilidad de nuevas ocupaciones tanto legales como ilegales. Lo mismo sucede con los proyectos de minería y de petróleo. Sin control, terminan generando una degradación importante.

Como consumidores tenemos la obligación de comenzar a saber de dónde vienen los productos que consumimos. Tenemos que saber de dónde viene la carne de vaca, la soja y el aceite de palma que consumimos. Una vez que la deforestación y degradación ocurren, los Estados podrían intentar recuperar los territorios con la reforestación, pero esto es mucho más caro y mucho menos efectivo en todos los sentidos por las afectaciones irreversibles a la biodiversidad, a los servicios ecosistémicos y a la conectividad ecológica.

Por otro lado, consolidar las áreas protegidas y fortalecer los territorios tradicionales son estrategias que contribuyen a evitar la deforestación y la degradación. Esta consolidación debe venir acompañada de la bioeconomía y el turismo sostenible. No debemos acabar con la posibilidad de la pesca en los ríos, sino que debemos hacerla de manera sostenible. Si necesitamos más proteína podemos utilizar la acuicultura, pero es mejor tener un uso sostenible que tener una prohibición total. Yo pondría primero la conservación, evitar la deforestación y la degradación; después, promover el uso sostenible de comunidades y en tercer lugar, promover el uso de la tierra con base científica.

Ahí entra el debate de la frontera agrícola. ¿Cuáles deben ser los límites?

Durante las últimas décadas, el aumento de la ocupación en las tierras de la Amazonía tiene que ver con los bajos costos de la tierra y el aumento de la población. Hoy en día sale más barato hacer deforestación ilegal para producir que hacer todos los trámites legales. De alguna manera tenemos que mejorar las condiciones y la vigilancia a los ecosistemas para que no se siga ampliando la frontera agrícola. Por esta razón, las áreas protegidas, los territorios indígenas y los territorios naturales reconocidos constituyen una regulación para reducir la ampliación de la frontera agrícola. Por medio de la bioeconomía y el uso sostenible de la tierra tenemos que alimentar a la gente para mover la economía del bosque, de los ríos, de la Amazonía y de otros ecosistemas que queremos conservar.

Ahora, tenemos que saber que Colombia tiene una evolución de la deforestación de su Amazonía peor que la de Brasil en los últimos 20 años. La mayoría de países tiene entre el 80 y 90% de la Amazonía no talada y hay un 10 o 20% de su territorio ya degradado. Por eso debemos encontrar soluciones económicamente viables y socialmente adecuadas para mantener la ecología sin ampliar la frontera agrícola.

¿Qué tan efectivos pueden ser los acuerdos internacionales para proteger la Amazonía logrados en los últimos años?  Parece que las metas no son muy claras y la situación sigue complicándose en la Amazonía.

Hay acuerdos distintos. Los acuerdos bilaterales en general son importantes para manejar las zonas de la frontera, como sucede con los que han establecido Brasil, Colombia, Perú y Ecuador. Estos son útiles para promover nuevas área protegidas. El acuerdo trinacional entre Ecuador, Perú y Colombia es un buen ejemplo sobre cómo se logró una mejor protección del área sur de la Amazonía. También hay un acuerdo entre Perú y Ecuador donde han logrado proteger la zona de frontera.

Esto funciona a nivel local. A nivel continental, infelizmente, la Organización del Tratado de Cooperación Amazónica no ha logrado mayor cosa. Mercosur y los acuerdos comerciales del pacífico donde están Colombia, Perú y otros, son acuerdos de nivel regional que no han avanzado mucho. Sin embargo, hay esfuerzos muy interesantes en la red de parques de la FAO que ha generado cooperación técnica para fortalecer las áreas protegidas. También tenemos acuerdos globales como el Acuerdo de París que comprometen a los países a proteger a la Amazonía a nivel internacional.

Sin embargo, ahora vemos promesas incumplidas  de créditos de carbono, de beneficios, etcétera. Hay financiación para conservación, y eso es importante, pero los programas no han sido suficientemente fuertes. La comunidad internacional debe reconocer que los países de América Latina son los países con mayor biodiversidad en el mundo y son, a su vez, los que más esfuerzo han hecho en el mundo para conservar sus ecosistemas.

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