Por: Santiago Valenzuela Amaya
Entre enero y marzo de cada año es habitual ver en los noticieros imágenes de bosques ardiendo en la Amazonia colombiana. Los incendios a gran escala, paradójicamente, no se presentan accidentalmente. En municipios como San Vicente del Caguán, Cartagena del Chairá, La Macarena, San José del Guaviare, El Retorno, Calamar, Miraflores y Solano, en el norte de la región amazónica colombiana, la deforestación suele esconder una razón preponderante: la ganadería extensiva.
Aunque gremios ganaderos lo han negado, lo cierto es que en los últimos años ha quedado en evidencia el aumento de cabezas de ganado en la Amazonia. De acuerdo con los reportes más recientes de la Fundación para la Conservación y el Desarrollo Sostenible (FCDS), en los últimos cuatro años se ha presentado un aumento de ganado que ha incidido directamente en esta problemática. El aumento de bovinos ha sido constante en este territorio: en 2016 se registraron 1’078.084 bovinos; en 2017, un total de 1’244.526; en 2018 la cifra alcanzó 1’627.285 y en 2019 este número se elevó 2’021.829. Los dos millones de bovinos censados se ven reflejados a su vez en las hectáreas deforestadas en estos municipios. En el transcurso de esos tres años, agrega la FCDS, 300.415 hectáreas fueron deforestadas en los municipios mencionados, lo que equivale a 430 canchas de fútbol profesional.
En los análisis que ha hecho el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (Ideam), el acaparamiento de tierras y la ganadería extensiva aparecen como dos motores contundentes que afectan esta región. El 66 por ciento de la deforestación en 2019, señala el Ideam, se registró en la Amazonia.
Las causas principales: praderización, malas prácticas ganaderas, cultivos de uso ilícito, entre otros motores menores. Al revisar las cifras en detalle surgen datos inquietantes. En ocho municipios aledaños al Parque Natural Serranía de Chiribiquete, por ejemplo, se registraron cerca de 650.000 nuevas cabezas de ganado y más de 300.000 hectáreas deforestadas en los últimos cinco años, según el Centro de Alternativas al Desarrollo (Cealdes). Y justamente en esa zona, entre 2018 y 2019, se ampliaron los corredores viales en más de 1.500 km, tanto legales como ilegales.
La cadena de valor del proceso
El modelo de la ganadería en la Amazonia ha tenido dos propósitos fundamentales: por un lado está la producción de lácteos para el sustento de la mayoría de pequeños productores y, por otro, la venta de ganado, principalmente de crías. Usualmente, la ganadería se desarrolla en zonas extensas (dos reses tienen en promedio una hectárea en esta región para pastorear); en la mayoría de los casos, el pasto introducido supera el 50 por ciento, dependiendo del ecosistema. Usualmente, el promedio de producción de leche es de 3 a 4 litros por día por res y el intervalo de partos de una finca con escasa tecnología es de 600 a 700 días.
En Caquetá, uno de los departamentos con más ganadería en la región amazónica, prima el siguiente modelo: el propietario del ganado se lo entrega al dueño de un terreno para que lo críe, lo levante, lo engorde y lo venda para después repartir las ganancias. Este sistema ha generado un aumento de fincas en bosques de piedemonte de la cordillera, en bosques húmedos inundables y de tierra firme. Cealdes explica, por ejemplo, que los campesinos no obtienen mayores ganancias en todo este proceso: para el campesino tenedor se generan ganancias aproximadas de 500.000 a 600.000 pesos cada dos años por res, sin contar con los gastos de cuidado y el tiempo de crianza.
En este sistema, la estabilidad económica de los campesinos depende considerablemente del número de cabezas de ganado, por lo cual este debe aceptar, cada vez con más frecuencia, las vacas que le ofrecen para cuidar. El problema es que este sistema sobrecarga el suelo, provocando problemas de erosión, lo que motiva a los productores a renovar sus pastizales. La venta de ganado equivale al 30 por ciento del sustento de la familia campesina, y cerca de un 65 por ciento, a la venta de leche. En este proceso, en el que también han participado los grupos armados históricamente, se ha presentado un proceso de acumulación de tierras para la venta y la ganadería, incluso en áreas protegidas.
Caquetá es un departamento que está en el arco de la deforestación de la Amazonia, el cual se forma por áreas de los departamentos de Putumayo, Caquetá, Meta y Guaviare, principalmente en los municipios de Vistahermosa y Puerto Rico (Meta); San José del Guaviare, Calamar y El Retorno (Guaviare); San Vicente del Caguán, Cartagena del Chairá y Solano (Caquetá); Puerto Guzmán y Puerto Leguízamo (Putumayo).
Este departamento es el quinto que más leche produce anualmente en Colombia. El 42 por ciento de la distribución de leche, de acuerdo con el Comité departamental de Ganadería de Caquetá, corresponde a Quesería Rural; un 52 por ciento, al acopio de industrias transformadoras y un 5 por ciento es vendida a Nestlé, multinacional que les compra a 750 productores certificados en el departamento.
En diálogo con el Centro ODS, Nestlé señaló que en esta región, “desde 1974, se identificaron grandes ventajas para el abastecimiento de leche: más de un millón de hectáreas de praderas con pastos nativos, bancos y fondos ganaderos que favorecen la producción lechera”. En el proceso de compra, la multinacional señala que solo les compra a fincas certificadas por el Instituto Colombiano Agropecuario (ICA), un certificado que no garantiza que las zonas no hayan sido previamente deforestadas, ya que en el país no existe una trazabilidad de la leche que se consume, según Tropical Forest Alliance.
En el caso de la cadena cárnica es difícil rastrear grandes compradores. En la comercialización de la carne se encuentran acopiadores locales como la Compañía de Ferias y Mataderos del Caquetá (Cofema) y, en un último eslabón, frigoríficos como Guadalupe S. A.S., San Martín de Porres Ltda. de Bogotá y centrales ganaderas de Medellín y Cali. En este negocio, como explica Cealdes, usualmente se presentan intermediarios entre productores y las redes de comercialización. “El intermediario va hasta la finca y realiza la compra de animales a un precio inferior del kilo vigente en la plaza de ferias de Cofema. El destino de este ganado puede ser local o extrarregional”.

Foto: Juan Diego Buitrago / EL TIEMPO
Nuevas colonizaciones y deforestación
En las últimas dos décadas, los parques naturales Picachos y Tinigua, así como el de Chiribiquete, han ido perdiendo ecosistemas nativos por el avance de la deforestación para el ganado. En el caso de Cordillera de los Picachos y la zona occidental de Tinigua, la pérdida de bosques se ha dado en torno a los ríos. Según registros del Ideam, en Picachos ha aumentado esta problemática en los últimos años: mientras que en 2016 se talaron 137 hectáreas en este parque natural, en 2017 la cifra ascendió a 1.064 y para 2018 la pérdida de bosque alcanzó las 2.045 hectáreas.
Al estar ubicado entre Caquetá y Meta, este territorio ha sido dominado históricamente por la guerrilla de las Farc y, recientemente, por las disidencias de este grupo armado, lo cual ha dificultado el control estatal. El parque Tinigua, ubicado en la Serranía de La Macarena, también ha sido víctima del conflicto armado y la ganadería ha venido avanzando con nuevas colonizaciones. Históricamente controlado por las Farc, este parque ha sido el más golpeado en los últimos años. De acuerdo con el Proyecto de Monitoreo de la Amazonía Andina (MAAP), entre 2017 y 2019 perdió 16.000 hectáreas, de las cuales el 96 por ciento eran de bosque primario, el cual es difícil de recuperar. La misma fuente señala que la deforestación se caracteriza por el acaparamiento de tierras y el ganado.
En Tinigua, Parques Nacionales ha encontrado más de 410 kilómetros de trochas, pero han admitido un desconocimiento parcial del territorio por el control histórico de la guerrilla de las Farc. Allí, por ejemplo, cerca de 500 familias han llegado a habitar las áreas protegidas esperando los beneficios de la reforma rural del acuerdo de paz. Esta nueva colonización ha quedado en evidencia de forma dramática: en el caso de Tinigua, fueron deforestadas más de 12.000 hectáreas en 2018, cuando el promedio anual era de 4.000 hectáreas como máximo.
En las sabanas del Yarí, zona ubicada dentro del Parque Nacional Chiribiquete, también entre los departamentos de Meta, Guaviare y Caquetá, se ha presentado una deforestación descontrolada. Según la FCDS, el patrón de colonización en esta serranía se ha dado por un aumento en el hato ganadero y, tras la desmovilización de las Farc, se ha presentado una apertura de vías locales para ampliar las zonas por intervenir, como la zona sur de las sabanas del Yarí, donde ya se pueden encontrar fincas tecnificadas de ganado.
¿Qué dicen los ganaderos y las autoridades ambientales?
En febrero de 2021 se contactó a José Félix Lafaurie, presidente de la Federación Colombiana de Ganaderos (Fedegán). Sobre la ganadería en áreas protegidas señaló que, en este caso, “las preguntas deberían ser para una autoridad pública y yo represento es a un gremio. No tengo ninguna facultad en materia de política pública”. El presidente de la federación aseguró que desde el gremio están trabajando en el área de la ganadería sostenible desde 2007: “Logramos un proyecto con el Banco Mundial que nos permitió involucrar a más de 4.500 pequeños productores en cinco macrorregiones de Colombia con un impacto de 150.000 hectáreas de ganadería sostenible”.
Sobre la colonización de áreas protegidas para ganadería en el arco amazónico, el presidente de Fedegán respondió que la federación que representa ha denunciado dichos procesos de deforestación: “Nosotros no apoyamos ese tipo de actividad, y aunque pueda ser lícita, termina en un paréntesis porque se hace en zonas donde está prohibido. Nosotros hemos venido cuestionando ese tipo de labor, aunque no podemos hacer nada diferente a denunciar los hechos”. No obstante, frente a la evidencia de ganadería en áreas protegidas, el presidente señaló: “Fedegán es un gremio que actúa en actividades absolutamente lícitas, me parece una pregunta entre otras cosas irrespetuosa. La ganadería que nosotros promovemos hoy en día es la ganadería con árboles porque es la que permite que el ganado tenga un mejor bienestar”.
Un alto funcionario del gobierno de Iván Duque, quien nos pidió mantener su nombre en reserva, nos comentó lo siguiente sobre la deforestación: “Cuando nosotros llegamos al gobierno en 2018, encontramos que la deforestación estaba creciendo de forma acelerada, por eso buscamos bajar la curva con el apoyo de la Fiscalía, la Procuraduría y el Ministerio de Defensa. Uno de los principales problemas durante 2016, 2017 y 2018 fue un acaparamiento de tierras impresionante. Hubo un apoderamiento masivo de tierras descontrolado después del acuerdo de paz. En el Plan Nacional de Desarrollo nos comprometimos a reducir la deforestación a una cifra viable, teniendo en cuenta que en los últimos años venía incrementando y que llegar a cero deforestación no era posible”. De acuerdo con el Ideam, en 2019 la disminución de deforestación fue del 19,2 por ciento y en 2018, del 10 por ciento.
En los primeros trimestres, como reconoce el funcionario, suele incrementar la deforestación por las siguientes razones: “¿Los que deforestan cómo se aprovechan de las tierras? Primero talan, luego hacen tráfico ilegal de especies, luego de madera, se apoderan de las tierras, prenden fuego, generan incendios y meten ganado de manera ilegal y comienzan el proceso de tenencia de la tierra. Todo eso se denunció ante la Fiscalía porque hay muchos ilegales en los parques naturales. Por eso llegamos primero a Chiribiquete y luego a otras partes de la Amazonia, no solo con el Plan Artemisa, sino con diferentes proyectos sociales”.
Tanto en el Ideam como en el Ministerio de Ambiente señalan que un programa clave para frenar la deforestación ha sido Visión Amazonia, el cual se creó en 2016 con una inversión por 85 millones de dólares, donados por los gobiernos de Noruega, Alemania y el Reino Unido, y con una duración estimada de cinco años. El objetivo de este programa es reducir a cero la deforestación neta en la Amazonia colombiana.
En la Amazonia se han presentado reducciones de deforestación en los últimos años, aunque no la esperada por los donantes. Mientras que en 2016 se deforestaron 70.074 hectáreas en la Amazonia, en 2017 la cifra aumentó a 144.147 hectáreas. En 2018 bajó a 138.176 hectáreas y en 2019, a 75.000 hectáreas. Sobre la ganadería, el director de Visión Amazonia, José Yunis, explicó que si se implementan modelos de ganadería sostenible, no solamente se puede disminuir la deforestación, sino que se pueden presentar beneficios para los campesinos que dependen de esta actividad. En todo caso, en el gobierno admiten que un primer paso antes de impulsar la ganadería sostenible es controlar la que se está impulsando de forma ilegal en áreas protegidas.
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