¿Por qué los Objetivos de Desarrollo Sostenible lograron posicionarse a nivel global como la agenda de todos?
Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) no fueron perfectos, pero para mi cambiaron la agenda de desarrollo porque la volvieron tangible y medible. Pusieron sobre la palestra unos temas absolutamente centrales de una manera que fueran aceptables, accesibles y digeribles para todo el mundo. Que se hicieran o no es otro tema.
En la década anterior, los (ODM) el punto de partida para los ODS fueron los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM). Cuando arranqué con esta idea —descalabrada y absurda que casi todo el mundo quiso matar, salvo algunas personas en el gobierno colombiano —, yo pregunta ¿quién conoce cualquier declaración de Naciones Unidas? Y había silencio en la sala. Pero, cuando preguntaba ¿quién conoce los ODM’s? Por lo menos la mitad del cuarto levantaba la mano. Eran un referente, algo que cambió el imaginario y el entendimiento de lo que es el desarrollo. Lo que pasa es que los ODM’s fueron cocinados en una oficina en el PNUD. Por ejemplo, el objetivo 7 —que supuestamente es el objetivo ambiental, pero de ambiental no tiene nada— nació de una manera muy peculiar. Mark Malloch Brown, administrador del PNUD, iba saliendo para Naciones Unidas cuando se encontró con alguien que le preguntó “¿qué ha metido de medio ambiente en su proyecto?” Malloch Brown lo miró con cara de horror porque se les había olvidado totalmente este tema. Así, se incluyó el objetivo 7, pero para mi este ni siquiera es un objetivo ambiental.
Hay varios temas que animaron la idea de los ODS. El primero de estos era el hecho de que no había ninguna evidencia de que una inversión en determinado sector o una política pública podían generar externalidades terribles para otros sectores. Es un tema de ‘Tradeoffs’: si uno dice “voy a irrigar este terreno” está perfecto, pero ¿de dónde va a salir del agua?. No había manera de evidenciarse, de sentarse con ministros, alcaldes y gobernadores para explicarles aquello que no entendían. Hoy en día usted por lo menos tiene una tablita que se puede usar para identificar dónde hay que poner cuidado [Sin un entendimiento de esos tradeoffs el desarrollo se vuelve suma cero. De la manera que vemos el desarrollo, sobretodo desde una perspectiva ambiental, es un desarrollo suma cero: se produce o se protege, o lo uno o lo otro. Los ODS crean un nuevo vocabulario, una gramática del desarrollo que no existía y que hace que sea más fácil hablar estos temas.
Por otro lado, los ODS crean una agenda universal que sirve a un mundo globalizado en el cual hay innumerables flujos de información, de capital, de bienes y de personas. Antes la agenda de desarrollo era sólo para los países en desarrollo. Esto era sumamente arrogante por parte de los países desarrollados, en particular cuando hay cifras de la OCDE y UNICEF como estas: 1 de cada 5 niños en países desarrollados vive en la pobreza y un tercio de estos niños vive en una situación de inseguridad alimentaria. Esto era invisible, pues lo único que se pretendía era que los países desarrollados nos ayudaran a los países en desarrollo. El desarrollo era una tarea solo nuestra y ellos tenían que darnos algo de plata, de vez en cuando, para que lo lográramos. Pero, ¿quién está fomentando la corrupción? ¿quién está creando prácticas insostenibles? ¿quién ha exportado su huella de carbono? Pues los países desarrollados. Esta es una agenda que no se puede abordar desde una perspectiva bipolar, como la que teníamos.
Otro asunto fue visibilizar la pobreza, no solo en cuanto a ingresos, sino la pobreza multidimensional, la cual Colombia y otros países han comenzado a trabajar. Además, se pretende solucionar la pobreza al interior de los países, entre los países y la pobreza intergeneracional. Esto último no sé si es que nadie lo entiende o nadie lo quiere entender, yo siempre he dicho: está perfecto que usted esté buscando erradicar la pobreza, pero ¿qué está haciendo para erradicar la pobreza de mañana? Tenemos que erradicar desde ya la pobreza de mañana, porque esa tendrá menos riquezas del suelo, menos voluntad política, menos agua, menos tierra, etc. Estamos creando pobreza a futuro. El sector agrario, por ejemplo, quiere productividad ya o máximo de aquí a cinco años. Cuando uno pregunta qué pasará dentro de diez años, le responden que eso ya no es problema suyo. Estamos supeditados a ciclos presupuestales y electorales, no estamos mirando la productividad a largo plazo.
¿Basta con hacer la lista de metas y que los países las acojan? ¿Qué se necesita para integrar esa visión holística del desarrollo a las políticas?
En resumidas cuentas, los ODS realmente están buscando replantear y repensar la idea de cómo se concibe el desarrollo y reconozco que es una meta muy ambiciosa. El gran problema es que volvimos a una visión de silos para los temas. Se tienen indicadores bajo cada objetivo y afín a las metas, por ejemplo, si se mira el objetivo 15, se evidencia que la degradación de los suelos va a tener un impacto en la productividad agrícola de tal manera que va a poner en peligro la seguridad alimentaria de un billón de personas. Ese indicador aparece en el objetivo 15, pero no entiendo porque no está en el objetivo 1 —que busca erradicar la pobreza— o en muchos otros objetivos que tienen que ver con esto. Volvieron a encasillar los problemas y a esconder los tradeoffs. Por eso es crucial que existan centros como el Centro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible CODS que permiten estudiar las interacciones y propiciar acciones y respuestas que tienen en cuenta esas interacciones.
Esa es una cultura muy difícil de cambiar. Por ejemplo, en temas de salud, hay una perspectiva que se llama “salud en todas las políticas”. Más importante que lo que haga el Ministerio de Salud, es lo que haga el Ministerio de Transporte sobre los temas de movilidad sostenible en las ciudades y en los temas de calidad del aire. A veces esto suele resolverse como comisiones intersectoriales que no funcionan. ¿Cómo resolverlo?
Justamente, una de mis obsesiones era la dificultad para visibilizar los tradeoffs. En 2010 yo veía el fracaso de las negociaciones de cambio climático, la pérdida de especies, la pauperización del campo y todos los problemas… y decía: si nosotros seguimos con esta visión de que el desarrollo es un fenómeno propio de los países en vía de desarrollo y si continuamos con la idea de que cada sector tiene que maximizar su visión del mundo, ¿qué va a pasar con los límites de la tierra? Nos estamos yendo al diablo a unas velocidades exorbitantes.
Sale el último informe del cambio climático, todo el mundo prende las alarmas pero nadie hace nada. Es un edificio incendiándose, están las alarmas prendidas a todo volumen y las personas siguen con sus actividades diarias como si no pasara nada. ¿Será que la tarea es tan grande que nadie sabe por dónde empezar?
Yo diría que es peor porque la gente está atrincherándose. Eso es lo que uno ve en la actitud de las petroleras y de otros productores de combustibles fósiles con respecto al cambio climático. Yo una vez tuve la experiencia de ayudar a alguien que se estaba ahogando y la fuerza que tiene esa persona lo ahoga a uno con ella, porque está fuera de casillas. Esto pasa con el sector productor. Por ejemplo, esto se ve en el último informe de una empresa como Shell: en la segunda página dicen que no lo van a cumplir porque para ellos es necesario cumplir con las expectativas de la sociedad, ¿qué son estas expectativas según ellos? Pues que haya combustibles fósiles.
Hay un libro muy bueno de un periodista que se llama William T. Baumann y termina con una cosa muy dura, dice: tal vez lo único que debe hacer la humanidad es explicar las razones de por qué no fuimos capaces; alguien tiene que escribir la carta de suicidio de la humanidad. ¿Será que no hay forma de enderezar nuestra ruta?
Yo vengo diciendo hace años que el remanente de la humanidad que sobreviva se dará cuenta que el ‘tipping point’ fue por allá en 1974 o en 1981, hace rato ya pasamos ese punto.
Uno de los propósitos del CODS es romper esos “claustros” en los que trabajan muchas disciplinas y que es un vicio de la academia.
Hay infinidad de análisis que se han hecho acerca de los ‘interlinkages’ en asuntos de desarrollo. Cuando uno los mira, termina uno mirando unos mapas multicolor que parecen la sobreposición de diez telarañas; se vuelven inmanejables. Pero, en todo caso, hay que tener cuidado en no volver a caer en los hilos. Esta debe ser una preocupación permanente. Por ejemplo, cuando estamos hablando de ciudades hay un tema importante que nunca se toca y es la relación urbano/rural. Ese es un tema que un centro como el CODS podría estar mirando: cómo entender esa relación ciudad/campo en una país como Colombia o muchos otros de América Latina. Colombia, históricamente, es una país Andino que ha crecido y vivido de espaldas a los dos mares (y a la Orinoquía y la Amazonía).
Las ciudades, como epicentro del poder, son el lugar desde donde se diseñan y se hacen las políticas. Incluso para el campo. Desde allí hay una visión de que lo rural es aún lo salvaje…
Eso me lleva a uno de mis temas favoritos del momento, que es el de la pobreza. ¿Qué hacemos con la pobreza de mañana? Cuando estaba en el Banco Mundial y me querían recortar el presupuesto, yo les decía: si el Banco Mundial quiere acabar con la pobreza necesito la plata para decirles dónde está la pobreza. Y la pobreza está en las comunidades marginadas (indígenas, afrodescendientes, etc.) donde hay expropiaciones, donde no llega la ley, donde no hay acceso a servicios, etc…
Los ODS no son la panacea, pero son importantes porque nos permiten comenzar a tener esta conversación, que no es solamente de ingresos, sino de sistemas productivos, sistemas naturales, temáticas de género, temáticas de educación, entre otras.
Un tema muy importante, hablando de la transversalización, es el de la seguridad entendida como la posibilidad de prevenir y entender las posibles causas de conflicto. Cuando se mira el mundo desde una perspectiva suma cero —que es el desarrollo normal y tradicional— lo que se está haciendo es generando conflictos inmediatos y a futuros. Se está creando tanto la pobreza del futuro como el conflicto del futuro. Dentro del Acuerdo de París, los países tienen la obligación de hacer su “National Determined Contribution” (NDC). Otra obligación es crear una estrategia de mitigación y de adaptación; en estricto sentido tienen la obligación de formular una estrategia de desarrollo. Esto es importante, porque cuando uno le pregunta a una sociedad cómo se quiere desarrollar, la pregunta real es ¿usted cómo ve su seguridad hídrica, su seguridad alimentaria y su seguridad energética a largo plazo? Nadie tiene idea.
Algunos economistas, sobre todo utopistas de derecha, están diciendo que la humanidad tarde o temprano encontrará una solución al calentamiento global, que algo nos inventaremos sobre la marcha. ¿Qué opina?
Hay un problema. Nosotros seguimos esperando lo que llaman en teatro el deux ex machina, que es que Dios va aparecer y va a arreglar todo. Ese sería el rol de la tecnología. Pero resulta que en este momento la realidad es que no solamente tenemos que reducir las emisiones sino también tenemos que ‘chuparnos’ las emisiones (negative emisions). La manera más costo-eficiente y demostrada de hacerlo está inventada: se llama árboles.
Los cambios que se necesitan son muy profundos. El ODS18, para mi, es cambiar el sistema de valores y cambiar cómo lo entendemos. Hay valores que ya han cambiado totalmente: si tu ves una mujer embarazada fumando eso no es aceptable, te produce rabia. ¿Estos son cambios normativos? ¿son cambios sociales? ¿son cambios de comportamiento? Es un circulo complejo que tiene inmersos los pormenores del mercado, la demanda y la oferta.
Ahora tengo la oportunidad de trabajar para “Rare Animal Relief Effort”, RARE, una organización no gubernamental con algunos proyectos en América Latina. Ellos son los únicos que han logrado cambiar las dinámicas de la pesquería costera, que es uno de los temas más difíciles porque se trata, en general, de personas muy pobres. Lo que se necesita es bajar los niveles de pesca para que la biomasa se recupere, pero el problema es cómo financiar la transición. RARE lo logró sin un gran financiamiento, sino trabajando con las comunidades de abajo hacia arriba. El resultado es que la biomasa ha aumentado en un 400% y el ‘spillover’ ha aumentado en un 111%, este es el gana- gana que buscan los ODS: gana la naturaleza, ganan los productores, todos ganan.
Por otro lado, está el tema de la agricultura. Hoy en día hay mucho énfasis en ciudades y hemos avanzado, aunque poco, en temas de energía. Pero, no se ha mirado lo suficiente la realidad del campo, que es supremamente compleja. Este es un espacio al que hay que traer esa óptica de los ODS. Va mucho más allá de decir que hay que implementar prácticas sostenibles, hay que meterle el ADN de la sostenibilidad al sistema agropecuario para fomentar la productividad a corto y a largo plazo, que es, sobretodo, donde entran los temas de sostenibilidad). En Colombia esto es especialmente urgente. A esto viene el hecho de que tenemos que repensar a Colombia como un país andino y tenemos que dejar de ver las zonas no andinas como una mina o como una despensa.
El concepto del desarrollo se asemeja al de la post-guerra, según el cual decían “ya reconstruimos Europa entonces ahora vamos a desarrollarla”. Lo que se buscó entonces era reproducir en países de América Latina, u otras regiones con condiciones muy diferentes, la trayectoria de desarrollo que se había tenido en Estados Unidos y Europa. Lo cual era muy complejo porque la trayectoria allá había sido de 200 años, nosotros aceleradamente en treinta o cuarenta años debíamos llegar al desarrollo. ¿Los ODS son una propuesta diferente, digamos de post-desarrollo?
La idea de un desarrollo dictado por un país o unos cuantos ya no tiene sentido. Es por esto que necesitamos una agenda universal, pues esta lo que hace es visibilizar que no hay un único modelo de desarrollo. Esto nos obliga a repensar cuál es el desarrollo de cada país, con autonomía. Cada sociedad tiene que escoger de las 17 objetivos y más de doscientas metas, cuáles metas asumir y cómo. Esto nunca se vio como una agenda impuesta ni monolítica.
Es importante que esto no se convierta en un debate académico. Los ODS dan para todas la elucubraciones intelectuales que se quiera, pero cómo se hace para llevar esto a la práctica deber ser la verdadera obsesión del momento. Lo que yo he visto es que esto no se está aterrizando, sobretodo no se han hecho avances para cambiar el comportamiento.
Hace unos diez años apareció un artículo académico que mostraba que el número promedio de lectores por publicación académica era de 1,6. Una esquizofrenia total: nadie lee porque todo el mundo está ocupado escribiendo textos que nadie va a leer jamás. Sin embargo, lo académico es importante pues es donde se produce el conocimiento para producir cambios reales…
Tiene que ser conocimiento aplicable. Lo que diría, en una palabra, es que la misión transversal de un centro como el CODS es la traducción. Los ODS son una gramática que ayuda a esa traducción, pero es necesario que alguien se ponga en la tarea de hacerla.
¿Cómo logró Colombia, un país relativamente marginal en el concierto internacional, meter esta agenda de los ODS y sumar a tantos países y a tanta gente?
Por su persistencia. Venía Río + 20 y yo lo veía como una gran oportunidad para repensar el desarrollo, entonces reuní un grupo de personas —amigos que yo respeto mucho en el gobierno— e hicimos un think-tank para pensar qué hacer. En la primera reunión, les dije que propusiéramos una agenda diferente sobre el desarrollo y una métrica que incluyera toda la complejidad del desarrollo. Patricia Londoño, la viceministra de relaciones exteriores me dijo que escribiera esa idea. Luego, tanto ella como María Ángela Holguín, la entonces Canciller de Colombia, me dieron luz verde. Yo quiero darles ese crédito porque otras personas, que no voy a nombrar, me dijeron que la idea era como reinventar la rueda.
Yo iba mucho a Nueva York, a las reuniones de Naciones Unidas, y empecé a patinar la idea con otros negociadores y delegaciones; me sentaba horas enteras en unas mesitas a hablar con el que me oyera y la reacción fue de burla. Pero yo seguí y comencé a ganar adeptos. El 27 de mayo de 2011 hice una primera reunión en la misión de Nueva York, fue la primera vez que se habló en público de los ODS (por eso es una fecha histórica). Allí estaban los países claves: China, India, Estados Unidos, entre otros. La reacción fue muy negativa, la iniciativa no volaba pero nosotros seguíamos. Tratamos de venderle la idea a Brasil, pero era muy complejo.
En julio, iba a haber una reunión en Indonesia y yo pedí presentar un tema. Literalmente me dieron tres minutos, pero en los corredores yo ya había empezado a generar una masa de países interesados. Entonces, en agosto, Brasil hizo una reunión en la que volví a presentar el tema y nadie volvió a hablar de nada más. Esa noche, en el hotel, reescribí la propuesta, pues me di cuenta que era muy confusa. Esa es la que hoy en día se conoce como la propuesta inicial de los ODS. Guatemala nos apoyó, luego tuvimos una reunión con la CEPAL y Alicia Bárcena estuvo más que comprometida. Cuando llegó el 1 de noviembre, que era la fecha límite para que los países definieran qué iba a quedar en la agenda de Río + 20, Colombia ya había logrado suficiente tracción y quedó inmerso el tema de los ODS. El 4 de noviembre, aquí en la Cancillería en Bogotá, hicimos la primera reunión internacional. Vinieron 23 países y ese fue el verdadero inicio de la discusión. En diciembre hicimos un evento muy grande en Nueva York, en el que estuvieron 114 países. En enero hicimos otra reunión donde ya estaba el mundo entero y comenzaron las negociaciones de los ODS a fondo. Al final se logró que fuera una propuesta del G77 y se definió quién estaría en el grupo de trabajo. Este grupo fue supremamente técnico, pues el esquema que Colombia promovió hizo a un lado los pormenores políticos.
Tuvo que ser muy difícil aglutinar a tantos y tan diferentes…
Fue un proceso extremadamente difícil. Por ejemplo, en un momento dado Brasil propuso que se formularan unos ODS para países ricos y otros para países pobres. Esa idea era descabellada. También a nivel nacional hubo un respaldo total del entonces presidente Juan Manuel Santos que recuerdo dijo al equipo que teníamos que liderar esta iniciativa, “esta es la idea ganadora, haga lo que se necesite. Tiene luz verde por parte del gobierno”.
El Open Working Group sesionó hasta julio de 2014. Íbamos todos los meses a Nueva York y, poco a poco, se fueron negociando las metas (estuvieron 194 países y se cubrieron temas desde desechos nucleares hasta leche materna). Había algunos países reticentes que querían renegociarlos, pero esto ya esa posibilidad estaba cerrada. Lo que ahora está en constante negociación es el tema de los indicadores de los ODS.
¿Está satisfecha con lo que se logró en ese acuerdo mundial?
Con todo lo que se le puede criticar a los ODS, son una herramienta con la que se puede trabajar. Los ODS nos llevan un poquito más allá en el camino…