Existen varias teorías que enmarcan la idea de crecimiento económico. Una de las más conocidas y utilizadas es la idea de Adam Smith planteada en: La Riqueza de la Naciones (1776). A grandes rasgos, dentro de esta obra se plantea que el crecimiento económico es el resultado de un proceso circular, alimentado persistentemente por la interdependencia entre la división del trabajo, la acumulación de capital, la productividad y la expansión de los mercados (Ricoy, 2005). Este proceso es entendido como circular principalmente porque, en condiciones institucionales óptimas, la división del trabajo y la especialización permiten el intercambio, y a su vez, generan un incremento en la productividad, al mejorar la destreza de los trabajadores aprovechando las ventajas comparativas que les permiten comerciar (Ricoy, 2005). En este caso, las condiciones institucionales óptimas se constituyen a partir de: una estructura de seguros y derechos de propiedad bien definida, y la provisión de infraestructura productiva por parte del Estado (Samuels et al., 2008). De antemano, la división del trabajo requiere de una acumulación de capital individual para poderse especializar en el mercado. Al mismo tiempo, la acumulación de capital se retroalimenta de la misma división del trabajo en la medida que, ante más especialización, los individuos son más capaces de generar y acumular recursos mediante el intercambio.
Siendo esto así, al incrementar la productividad y aumentar la acumulación de capital, hay una mejora en las invenciones técnicas y tecnológicas, que son factores que igualmente inciden sobre la productividad en la economía (haciendo que esta incremente). Este proceso se replica y da cabida a que aumente el bienestar de las personas en la medida que los mercados se hacen más grandes, gracias a la acumulación de capital y a los incentivos que produce participar e intercambiar en el mercado. El crecimiento de los mercados influye sobre el bienestar porque permite una mejora en la empleabilidad de las personas (Ricoy, 2005). Al generarse más intercambios, es posible que se acumule más capital humano y económico sobre los agentes que participan en el mercado. Este modelo ha sido cuestionado últimamente por sus desventajas a la hora de hablar del deshecho que se genera a raíz de la producción. Puntualmente, dados los incrementos desenfrenados de la producción, es necesario tener en cuenta la cantidad de materiales contaminantes que se expulsan de manera masiva, teniendo en cuenta que esto genera una presión importante sobre los recursos naturales.
A partir de esto han surgido redes de pensamiento alternativas, en las que se prioriza en un plano mucho más amplio la conservación sobre la producción. Por un lado, está la teoría del decrecimiento, que puede ser entendida como un paradigma económico mediante el cual se busca acabar con el consumismo masivo. Esto se hace con la intención de “decrecer” de manera intencionada como una forma de proteger los limites medioambientales y controlar la reproducción de las desigualdades (Latouche en Di Donato, 2009). Esta alternativa surge por el economista francés Serge Latouche, quien reconoce que la acumulación y la producción circular son un mecanismo de perpetuación de las desigualdades. Ya sea porque hay una desigualdad que se forma entre quienes logran acumular más capital, como también porque no se tiene en cuenta el deterioro medioambiental que ocurre cuando los mercados incrementan de tamaño. Por ende, se propone reducir el crecimiento económico, incentivado por el proceso circular de Smith, en favor de la solidaridad al interior de las sociedades (Latouche, 2010). A esto se le suma que, desde esta teoría se promueve el “reciclaje” y la “rehabilitación”, tanto de las mercancías desechadas como de personas excluidas de la sociedad, rompiendo el ciclo de vida que se establece tradicionalmente desde una perspectiva de crecimiento económico (Latouche en Di Donato, 2009). Aun así, esta forma de aproximarse al crecimiento igualmente presenta dificultades, principalmente asociadas con su puesta en práctica.
Puntualmente, lo anterior no solo implica cambios importantes en los hábitos de las personas, sino que también abarca una resignificación de la forma en la que se hace la política de crecimiento y desarrollo. Este último punto es de particular preocupación teniendo en cuenta que hay evidencia para poder afirmar que el crecimiento ha sido un mecanismo útil para sacar a las personas de la pobreza. Esto se ha evidenciado para el caso latinoamericano desde un estudio hecho desde la Universidad de Sevilla, mediante el cual se muestra que: “el fuerte crecimiento económico en términos de PIB per cápita durante el período 2000-2014 ha caracterizado a la región latinoamericana (…) en este mismo período se han conseguido reducir notablemente los niveles de pobreza en todos los países analizados” (Expósito et al., 2017). A raíz de esto surge una tercera alternativa, llamada la teoría del pos-crecimiento. Esta última aparece como una iniciativa más colectiva, en el sentido de que no corresponde a un único autor, y cuenta con una preocupación importante frente los límites físicos de la tierra, perjudicados por el crecimiento desenfrenado. Sin embargo, a diferencia de la teoría del decrecimiento, no deja de lado los beneficios que trae la actividad económica creciente frente al bienestar.
Siendo esto así, se formula que los retos asociados a la crisis ecológica deben de ser abordados mediante una economía creciente y competitiva, sin romper el proceso circular (Ossewaarde et al., 2020). No obstante, se deben tener en cuenta las implicaciones físicas y los limites medioambientales que están implícitos al proceso de producción. De esta forma, la economía creciente y competitiva tiene que estar caracterizada por prácticas de consumo y producción sostenibles. Teniendo en cuenta la perspectiva que se aborda con los ODS propuestos en la Agenda 2030, es evidente que esta forma de producción y consumo corresponde con el cumplimiento del ODS 12 (Producción y consumo responsables). Puntualmente, mediante este objetivo se espera desvincular el crecimiento y la producción de la degradación medioambiental, promoviendo el uso de recursos sostenibles (Naciones Unidad, n.d). Algunas de las metas que coinciden con los planteamientos de la teoría del pos-crecimiento son:
- 12.6 Alentar a las empresas, en especial las grandes empresas y las empresas transnacionales, a que adopten prácticas sostenibles e incorporen información sobre la sostenibilidad en su ciclo de presentación de informes (Naciones Unidad, n.d);
- 12.a Ayudar a los países en desarrollo a fortalecer su capacidad científica y tecnológica para avanzar hacia modalidades de consumo y producción más sostenibles (Naciones Unidad, n.d).
Teniendo en cuenta lo presentado, es evidente que cada una de estas teorías cuenta con beneficios importantes en relación con las otras. Por su parte, en la teoría de crecimiento tradicional, el mercado es un mecanismo útil de encuentro entre necesidades y dotaciones de las personas, lo que genera eficiencias económicas; pero tiene fuertes implicaciones sobre el medioambiente. En cambio, la teoría del decrecimiento permite combatir esto último, teniendo en cuenta que propone reducir (o parar) el uso de herramientas productivas que contribuyan al deterioro medioambiental, al costo de perder crecimiento económico. Ante las dificultades que se imponen desde las dos anteriores redes de pensamiento, entra la alternativa del pos-crecimiento. Mediante esta, se reconoce la importancia del crecimiento económico como mecanismo de la erradicación de pobreza; pero también le da mucha importancia a las implicaciones medioambientales que ha tenido la producción y el crecimiento desde la Revolución Industrial. Por ende, esta podría ser la más útil a la hora de cumplir con los ODS planteados en la Agenda 2030, en la región de América Latina y Caribe. Aun así, una de las grandes dificultades que impide la fácil implementación práctica de esta teoría es que depende de avances tecnológicos importantes. Esto puede resultar particularmente difícil para los países en vía de desarrollo.
Referencias:
- Di Donato, M. (2009). Decrecimiento o barbarie. Entrevista a Serge Latouche. Papeles de relaciones ecosociales y cambio global. Nº 107. Madrid.
- Latouche, S. (2010). El decrecimiento como solución a la crisis. Mundo Siglo XXI.
- Naciones Unidas. (n.d). Objetivo 12: Garantizar modalidades de consumo y producción sostenibles. Objetivos de Desarrollo Sostenible. https://www.un.org/sustainabledevelopment/es/sustainable-consumption-production
- Ossewaarde, M., & Ossewaarde-Lowtoo, R. (2020). The EU’s green deal: a third alternative to green growth and degrowth? Sustainability, 12(23), 9825.
- Ricoy, C. J. (2005). La teoría del crecimiento económico de Adam Smith. Economía y desarrollo, 138(1), 11-47.
- Samuels, W. J., Biddle, J. E., & Davis, J. B. (Eds.). (2008). A companion to the history of economic thought. John Wiley & Sons.
- Expósito, A., Fernández-Serrano, J., & Velasco, F. (2017). CRECIMIENTO ECONÓMICO, POBREZA Y DESIGUALDAD: UN ANÁLISIS DE EFICIENCIA PARA AMÉRICA LATINA EN EL SIGLO XXI. Revista de economía mundial, (47).