El cambio climático es el reto más apremiante de la humanidad en el siglo XXI. Esta fue la premisa que guió el webinar “Hagamos del cambio climático una clase”, en el que participaron Catalina González, doctora en Ciencias Marinas; Juan Camilo Cárdenas, doctor en Economía Ambiental y de Recursos; Carolina Urrego, doctora en Economía Política Internacional; Manuel Rodríguez Susa, doctor en Ingeniería Ambiental y de Procesos; María Mercedes Andrade, doctora en Literatura y Carmen Gil, maestra en Artes Plásticas Electrónicas y del tiempo.
La charla, moderada por Felipe Castro, director del Centro ODS, buscaba dar a conocer experiencias de docencia relacionadas con el cambio climático en los diferentes programas ofrecidos actualmente por la Universidad de los Andes. Así, la sesión empezó con una breve exposición del trabajo de cada uno de los profesores y se explicó la problemática desde visiones tan diferentes como las Ciencias Naturales, la Economía, la Ciencia Política, la Ingeniería, las Artes y las Humanidades.
¿Cómo lograrlo?
En primer lugar, Catalina González, del departamento de Biología de la facultad de Ciencias, explicó que al ingresar a la universidad se dio cuenta de que había muy pocos cursos que abordaran la ciencia del cambio climático, por lo que decidió ser pionera en este campo. En las clases que imparte aborda la problemática desde una perspectiva sistémica e integral, con el fin de no recaer en la aproximación tradicional que se limita al sistema atmosférico y a la acumulación de gases GEI. De hecho, señaló que el cambio climático es idóneo para ser incluido en cursos de educación general, pues es transversal a todas las disciplinas y desarrolla el pensamiento complejo y crítico.
Del mismo modo, Juan Camilo Cárdenas de la facultad de Economía, hizo énfasis en que buena parte de las consecuencias del cambio climático fueron propiciadas por el modelo económico de la revolución capitalista. Este ha transformado la vida de las personas para bien, en términos de salud o educación, por ejemplo, pero también ha propiciado una gran degradación ambiental. Resaltó la importancia de comprender, desde inicios tempranos de la carrera de Economía, que el sistema económico está embebido en el sistema ecológico, haciendo énfasis en las afectaciones en la provisión de bienes y servicios que conlleva no acatar los límites de la biosfera.
Manuel Rodríguez Susa, de la facultad de Ingeniería, expuso los resultados de un trabajo de campo en diseño de ingeniería ambiental. En este, sus estudiantes han evidenciado la relación entre degradación ambiental y la justicia social. Tras estos ejercicios prácticos se hicieron evidentes las necesidades de las comunidades en temas de potabilización de agua, gestión de residuos sólidos, entre otros. De este modo, los estudiantes proponen soluciones para la comunidad, teniendo en cuenta la previsión del cambio climático en el futuro, pues Rodríguez afirma que el desafío del cambio climático genera un mayor impacto sobre aquellos que históricamente han sido más vulnerables.
La tercera intervención estuvo a cargo de Carolina Urrego, docente de la facultad de Ciencia Política. Urrego expuso la necesidad de entender el cambio climático como un verdadero problema global. Respaldó la necesidad de tomar medidas transfronterizas para abordar el cambio climático mediante el ámbito político, económico y social. De este modo, los estudiantes han alcanzado a comprender la variedad de procesos relacionados con la toma de decisiones desde diferentes marcos de análisis, como el global, nacional e individual. Adicionalmente, señaló que las simulaciones de negociación en torno al cambio climático son metodologías útiles para evidenciar el proceso de toma de decisiones políticas, en donde, dependiendo de la región y el contexto, se tienen diferentes perspectivas.
Maria Mercedes Andrade, de la facultad de Artes y humanidades, aborda el tema desde la ética y la estética. En sus clases hace alfabetizaciones de teorías filosóficas tradicionales para sentar las bases teóricas que posteriormente permitirán comprender la relación histórica occidental del ser humano con su entorno, la naturaleza. De este modo, genera reflexiones acerca de las implicaciones argumentativas de diferentes posturas filosóficas ecológicas y de los dilemas éticos que estas plantean. Así, invita a sus estudiantes a sacar sus propias conclusiones frente a las acciones que deberíamos tomar como sociedad para mitigar o adaptarnos al cambio climático.
Finalmente, Carmen Gil, de la facultad de Artes y Humanidades, sostuvo una premisa clave para entender la importancia del arte en la divulgación del cambio climático: “El arte cuenta historias, y si no contamos las historias, no entendemos lo que está pasando en el mundo”. En sus clases explora formas de representar e ilustrar conceptos como el consumo, la publicidad, la obsolescencia y otros procesos, mecanismos o consecuencias de nuestros hábitos mediante el arte, el cine y demás elementos multimedia. Los desechos y la proyección o modelamiento de datos climáticos, por ejemplo, han sido aprovechados por gran variedad de artistas para producir sus obras.
Mejorar la docencia para acelerar la acción climática
Posteriormente, la discusión se centró en plantear soluciones para que la docencia sea más efectiva en acelerar la acción climática. Los profesores coincidieron en que hemos sido víctimas de una desafortunada separación disciplinar y que, al vernos enfrentados a desafíos como este, se hace evidente la necesidad de romper tal separación.
Así las cosas, encontrar los puntos en común, a pesar de las especializaciones disciplinares de cada profesor, se consideró como una solución primordial. Urrego complementó la idea anterior expresando que la inclusión de estos temas de modo institucional sería útil en la medida en que el abordaje del cambio climático no dependería de las iniciativas individuales de cada profesor.
En esa línea, González identificó dos desafíos entorno a la educación científica que hacían complicada la acción climática: en primer lugar, los proyectos y semestres son muy cortos para abordar un tema tan complejo y sistémico como este y, por otro lado, hay una dificultad en comunicar el sentido de urgencia de acción sin que esto sea abrumador y paralizante para la audiencia.
Con respecto al primer desafío, Cárdenas hizo la propuesta de crear un curso de cuatro años para el estudio del cambio climático en la universidad, de este modo se comprendería la complejidad del fenómeno climático a través del tiempo, sumado a los hitos que vayan surgiendo y a los cambios en las acciones necesarias para enfrentar la problemática.
A modo de respuesta del segundo desafío, Gil sostuvo que las narrativas artísticas y literarias son las que nos permiten aterrizar la problemática y entender la premura de poner en práctica soluciones que nos indica la evidencia científica. Andrade apoyó este argumento y agregó que las humanidades permiten el análisis de conceptos complejos, la consolidación de la formación ética y el pensamiento crítico del estudiante.
En adición, Rodríguez resaltó la necesidad del ejemplo por parte de la Universidad. Determinó que la institución debería concebirse como un laboratorio vivo en el que la coherencia tradujera el discurso en materialización desde todos los ámbitos: técnico, presupuestal, administrativo, artístico, entre otros. Lo anterior, acompañado de una debida medición de impacto para determinar el cumplimiento de los objetivos de mitigación o adaptación al cambio climático.
El papel de las emociones
Para finalizar el conversatorio se plantearon dos preguntas que tuvieron respuestas convergentes. La primera fue ¿Cómo lograr, desde la academia, espacios concretos de acción para las comunidades con el fin de disminuir su vulnerabilidad al cambio climático? Y la segunda: ¿cómo atraer a un público nuevo para que más estudiantes desarrollen un interés personal por la acción climática?
Las respuestas coincidieron en que es necesario darle preponderancia al componente emocional. Inculcar valores desde los sistemas educativos, partiendo de los principios de diversidad e inclusión, fue una de las soluciones propuestas. Lo anterior, teniendo en cuenta que las personas se movilizan a la acción cuando se sienten motivadas, lo cual deriva de las emociones y la empatía, más que de los datos en sí.
La estrategia pedagógica puede valerse de ello para posteriormente robustecer y argumentar esa motivación desde las ciencias duras. Se enfatizó en la promoción de sentimientos positivos como el orgullo, el sentido de pertenencia, la empatía y la esperanza, en vez de sentimientos negativos como el miedo o la culpa, pues estos pueden nublar el concepto y generar resistencia a la evidencia científica.
Igualmente, se propuso empoderar y mostrar a los estudiantes que pueden lograr cambios, así sean pequeños, basados en reflexiones de sus hábitos. Esto, sumado a motivar que esas acciones trasciendan a esfuerzos comunitarios y políticos, abriendo el diálogo con las comunidades vulnerables.
Se observa entonces cómo resulta prioritario Hacer del clima una clase. Por ello, se invita a los docentes y estudiantes lectores a abrir espacios de diálogo en torno a la acción climática con el fin de que esta tome preponderancia en la academia y se puedan construir soluciones interdisciplinares al mayor desafío de la humanidad en el siglo XXI.
Para ver el webinar, haga clic aquí: